Crítica | Soleá Morente: Once canciones con un universo propio

Crítica | Soleá Morente: Once canciones con un universo propio


[Teresa Cerón López] @ecosdelvinilo | @terethali

Le vino muy bien a Soleá Morente unirse a David Rodríguez (La Estrella de David) en el exitoso Cosas Buenas (2020) con el que obtuvo un recibimiento totalmente merecido. Ahora nos deleita con un álbum de regreso titulado Aurora y Enrique, un disco menos juguetón, quizás algo más sobrio que brilla con luz propia.

Dice Soleá que se encerró en su cuarto de Granada durante el confinamiento con una guitarra en la mano para no enloquecer, y salió un disco que , como ya advierte en el título, está dedicado al amor puro que se profesaron en vida sus padres: la bailaora gitana Aurora Carbonell “la pelota”, y el cantaor Enrique Morente. En la fotografía que ilustra la portada, Enrique mira de reojo a Aurora mientras baila. Girando la cabeza con empaque y elegancia, el granadino parece querer invitarnos a seguirle la pista no sólo al compás que mece a su esposa, si no a las once historias que encierra el disco de su hija menor, la sensible, la más parecida a él, a la que acompañaba en sus clases de la universidad como oyente para empaparse de morfología y poesía. El movimiento y la luz que desprende la portada, es un reflejo de las composiciones de Soleá. En Aurora y Enrique todo se mueve; aparecen arreglos constantes y sonoridades que impiden  que el oyente se pierda. Cada canción es un poema, una historia que late procedente del imaginario de la artista más indie entre las indies. Valiente y decidida a la hora de experimentar con ritmos nuevos, sin importarle jamás la opinión de terceros como pudimos corroborar en 2018 con ese Ole Lorelei que tapó la boca a muchos popes de la industria. 

En Aurora y Enrique millones de  matices estallan embaucando astutamente nuestros oídos, haciendo que sea complicado quedarse con un momento en concreto. Es este disco un viaje emocional, una travesía mental cargada de emociones que incita a disfrutarla de principio a fin. En Aurora y Enrique  cada canción, cada influencia de Soleá, cada mensaje es un momento único. Hay dream pop, flamenco y una mano amiga mágica, la de Manuel Cabezali. Quien estuviera muy cerca de Christina Rosenvinge a su llegada de Nueva York en los años de Continental 62,y más tarde durante el proceso de grabación de Un Hombre Rubio,toma la riendas de la producción de este álbum convirtiéndolo en un proyecto precioso. Grabado en El Lado Izquierdo, el estudio de grabación de Dany Richter (también sabe lo que es trabajar codo a codo con Rosenvinge), el disco abre con Aurora,una breve pieza con corte de nana. Parece una pequeña declaración de amor necesaria para inaugurar el mejor disco de Soleá Morente hasta la fecha. Le sucede Ayer, de estribillo sólido y reforzado; es emotiva y atmosférica. Ayer es noticia porque representa mejor que ninguna otra canción el inconfundible “sonido Soleá”. Decide irse solita a la orilla del río en Yo Y La Que Fui,punto álgido del trayecto; atrapa porque evoca a la perfección y sin nostalgia, ese momento de transformación personal que nos marca para siempre mientras vamos arramblando miedos  y dudas que impiden que crezcamos. Su atmósfera cristalina nos acoge en una onda gravitacional envolvente.

La mayor de las hermanas, Estrella, aporta tronío a la alegre El Pañuelo De Estrella.Lo atractivo de ella es su compás, la algarabía y la felicidad de un puñado de versos de amor feliz. En Aurora y Enrique el cincuenta por ciento es música, y el otro cincuenta son letras y en Fe Ciega, Soleá  vuelve a cargar las tintas. Su voz tiene aquí más cuerpo, algo que antes ni intuíamos; está tan bien escrita que es inevitable identificarse con una letra cuyo pilar es el amor más allá de la muerte, ganando en cada escucha. Fe Ciega es uno de los temas más ambiciosos del disco. Es también vitalista e imponente; dura casi siete minutos que pasan volando gracias a la excelente instrumentación de la que presume. En Domingos Soleá e Isa Cea se adjudican  matrícula de honor en el corte más radical del disco. Su letra, excelente y rupturista, es un ente por el que corre la sangre de Triángulo de Amor Bizarro y sobrevuela el alma de Enrique Morente. Un soplo divino. Eso es Iba A Decirtelo. Cuánta belleza poseen sus estrofas, parecen estar hechas con frases procedentes de un sueño interpretado de forma única, elegante, envidiable. Fue el primer single del disco, la avanzadilla perfecta que nos preparó para el obsequio que hoy tenemos entre manos.

Guitarras, coros y armonías cobran protagonismo en El Chinitas,para muchos de nosotros sólo el famoso café, para Soleá el lugar en el que sus padres se enamoraron. Aquí las percusiones conviven dulcemente con las guitarras, elevando a su autora con la plumade tal manera, que supera a sus referentes. Marcelo Criminal es fruto de la unión del humor y el amor; es también una estrella sobre la que giran como planetas el resto de canciones del disco. Cuenta con la colaboración de Marcelo, juntos hacen un dueto perfecto que va respondiendo y completando una letra  desenfadada y popera como pocas. 

El disco cierra con Polvo Y Arena para la que utiliza un estribillo popular muy manido por su padre. Es un tema que  despeja la bruma, que envuelve los recuerdos con el paso del tiempo; es la antesala de Enrique,el punto y final de una historia profunda, sentida y jonda en la que la voz de Soleá se pierde en el infinito con un profundo lamento. 

Soleá Morente madura como el buen vino. Aurora y Enrique debería ser una referencia para todas aquellas chicas que un día se quieran dedicar a la música. Qué orgulloso debe estar el padre ahí arriba. Gracias por la poesía, Soleá.

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1 comentario

  1. Fran

    Maravilloso disco el de Solea. Menuna discografia esta consiguiendo

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