Crítica | Pearl Jam: No son ellos, somos nosotros

Crítica | Pearl Jam: No son ellos, somos nosotros
Gigaton
[Monkeywrench
★★


[Ricardo Portmán] @ecosdelvinilo 

Siete años es una buena tajada de tiempo y sobre todo una eternidad cuando hablamos del tiempo/discografía. Gigaton, el nuevo disco de Pearl Jam, es fruto de esa extensa planicie donde se pueden encontrar motivos para crear sonidos memorables, pero a la vez repleta de peligros artísticos, que potencialmente ponen bajo tierra a una banda (la que sea). La motivación, el descontento, la esperanza, hasta cierto rejuvenecimiento, todo está ahí, a lo largo de 57 minutos, que convierten a Gigaton en el disco más largo de su carrera. Esto, su extensión, ciertamente lastra el impacto final (no es ningún secreto que esto excesos de contenido son uno de los puntos flacos de la banda de Seattle). Seguramente Gigaton se habría beneficiado de una criba con mano firme, lo cual también se aplica para discos del pasado tales como Riot Act o Backspacer. 

Who Ever Said abre como debe ser, con potencia a válvulas, la sombra de los The Who planeando y Vedder cantando con nervio latente “Whoever said, ‘It’s all been said’ gave up on satisfaction” («Quien dijo: ‘Todo ha sido dicho’, renunció a la satisfacción”). Sin apenas tiempo para recuperar el aliento rompe Superblood Wolfmoon, con un sonido inesperadamente garage, donde las guitarras están donde deben estar, con la aguja de los contadores en la franja roja y un Vedder vencedor con una línea melódica memorable, algo que se agradece ante el déficit de esto en sus últimos discos. 

Adictos a zarandearnos el mood con el orden de las canciones y sus efecto dinámico, Pearl Jam aquí nos presentan tras la dureza, el ritmo: Dance of The Clairvoyants, un corte profundamente Talking Heads, la sorpresa bailable que hizo levantar las cejas a muchos pero que, tras la escucha continuada, termina por vencer y convencer. Tras esta excursión al groove sigue un tema con alma de himno de estadio, que no sonaría mal en la Gibson Explorer de The Edge, donde el bajo de Jeff Ament pone el sello distintivo: Quick Escape, donde Eddie Vedder descarga su artillería pesada contra Trump (recordemos que Gigaton es el primer disco de Pearl Jam desde que el presidente naranja está en la Casa Blanca): «Crossed the border to Morocco / Kashmir then Marrakesh / The lengths we had to go to then / To find a place [Donald Trump] hadn’t fucked up yet” (“Crucé la frontera con Marruecos / Cachemira y luego Marrakech / Las distancias a las que tuvimos que ir / Para encontrar un lugar que [Donald Trump] aún no había jodido”). Todo quedó muy claro, Ed.

La insatisfacción continúa en Seven O’Clock (donde llaman ‘Sitting Bullshit’ al presidente), tema especialmente reivindicativo donde se invocan los nombres de quienes se opusieron a la opresión de Washington DC, los líderes indígenas Toro Sentado (Sitting Bull) y Caballo Loco (Crazy Horse). Los tintes de rabia contenida se mantienen en canciones como Never Destination y River Cross, con desigual resultado en lo musical; por otro lado el track acústico Come Then Goes, una oda a un amigo caído (quizás Chris Cornell) adolece de falta de solidez, como si tratara de una composición inacabada, contrastando con la magnífica y muy Soundgarden Take the Long Way (escrita precisamente por Matt Cameron). Estos vaivenes terminan definiendo a Gigaton como un disco de claroscuros, de los que pueden generar cierta división de opiniones pero nunca dejar indiferente al oyente.

Podemos caer en la tentación de pensar que fue tan decepcionante Lightning Bolt que ahora Gigaton luce mejor de lo que es, pero no es el caso. Gigaton, restando algún derrape, es un excelente disco de este mature-Pearl-Jam que ha mantenido, con sus más y sus menos, un registro musical constante desde Binaural (2000). Es conveniente dejar de clamar en el desierto, de una vez por todas, por un regreso a Ten, Versus o Vitalogy, porque eso no va a pasar. Para quienes no terminan de asimilar, dos décadas después, que Pearl Jam es una banda de rock maduro, por momentos reposado, con ráfagas de cruda electricidad, es tiempo de aceptación y valoración de lo que es a fecha actual la hidra Vedder-Ament-Gossard-McCready-Cameron. El problema no son ellos, quizás somos nosotros.








Copyright © 2020 Ecos del Vinilo.
Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin previa autorización del autor.