Crítica | Tangerine Flavour: Doble obra maestra

Crítica | Tangerine Flavour: Doble obra maestra


 

[Ricardo Portman] @ecosdelvinilo | @ricardoportman_

Un álbum doble en 2024… ¡Están locos!”. Eso es lo primero que viene a la cabeza con respeto pero con los pies sobre la tierra. Veinte canciones así como así cuando lo que manda en el algoritmo son temas sueltos y a otra cosa. Pero no, estimado lector, los Tangerine Flavour no están locos (la única ‘locura’ la encontramos en el apellido artístico del humano ideal para producir Space Cowboy, el mítico Paco Loco). La banda madrileña abrió una puerta a una casa de muñecas (a Doll’s House) llena de escondrijos increíbles que nos regresan -como sugerí en la oscura referencia anterior- al White Album de The Beatles: la variedad de registros, la alternancia de estados de ánimo, la inspiración abrumadora de las composiciones, la programación del orden del tracklist; todo funciona, todo emociona, todo conduce a dos palabras: Obra maestra.

Space Cowboy abre con una rica extravagancia lo-fi llamada Flavour International Space Station, una tonada retro que acompaña las comunicaciones de un Houston nebuloso y una frase para la historia, “Don’t worry, is only country music”, la cual nos conduce a Madison Ave, preciosa balada americana que tiene a la mandolina gobernando desde el canal izquierdo y la steel en el canal derecho con una línea melódica redonda. Burned-Down Casino es para mí el tema Desire-Dylan-Era, donde percibo en la conversación voz-instrumentación el espíritu encubierto de Scarlet Rivera pero sin el violín. 

Admito que I Don’t Expect You To Come es de mis canciones favoritas del doble álbum, es tan Motown, tan Muscle Shoals, la voz de Fernando Lima en uno de sus puntos álgidos, el patrón rítmico, la slide… es de esas canciones que deben escucharse en bucle, que gana a cada reproducción. Le sigue John Doe, barbaridad acústica a lo Crosby, Stills & Nash de su primer disco, con una obsesiva figura de guitarra acústica y nuevamente una melodía de premio; mención especial a los coros cargados de eco (siento que en cualquier momento cantarán Graham y David). Don’t Say, Don’t Cry, Don’t Lie calma las aguas con la belleza de la guitarra a lo All Things Must Pass y de las armonías vocales de Pablo Martin y Fernando.

Otra de las joyas: Flowers. Esta es una balada delicada, de llevarte humedad a los ojos, de suavidad reflexiva  y chimenea crepitando en un mundo duro y frío. Es una de las canciones más hermosas que he escuchado en mi vida. 

El siguiente tema, Space Cowboy, nos regresa al laberinto de la excentricidad, sacudiendo el árbol del folk alternativo para que caiga la fruta surrealista. Free rompe en mood eléctrico, en el Neil Young de Harvest, con poderío american-rock y unas estrofas que beben del soul y el R&B clásico, mientras el estribillo desemboca en el delta del Damn The Torpedoes y en un oportuno spanglish que entona “No quiero cantar en español”. Chapó. 

Five Tear of Dust baja las revoluciones y nos lleva a las planicies interminables del classic-country. Le sigue el siempre bienvenido momento Honey Pie con el tema instrumental Woody’s que cumple su rol de puente amable hacia Try, composición preciosista a lo Harvest Moon para bailar lentamente y sentirse reconfortado en un abrazo sonoro.

Cambiando radicalmente de tercio, Let’s Talk About It rompe con su power-funk invencible, dándole un nuevo matiz a la genial cornucopia de estilos de Space Cowboy. Tras el breve paseo por el Harlem nos vamos a Laurel Canyon con Pretty Valley, un gran country rock de duración gourmet. Le sigue la poderosa Outlaw City, la que sostengo que es una de las mejores piezas de todo el cancionero TF con sus aires de blues-rock progresivo (mucha atención a la guitarra solista).

Nashville, Tennessee nos monta figuradamente en el camión que recorre la carretera infinita hacia esa bendita ciudad musical. La dualidad masculina-femenina en las voces me hacen recordar a Johnny y June cantando en el mismo micrófono. Nuevamente la brevedad de la duración del tema me deja predispuesto a darle un ‘play again’.

Llegamos a otro de los puñetazos del doble álbum: Time To Get Away, una barbaridad eléctrica en su intro, con un sorpresivo giro melódico en la estrofa y el potente imperativo del estribillo. Una maravilla de interpretación. Ya no se hacen canciones así. 

Civil War, una de las mejores composiciones de Space Cowboy, nos lleva a Malibú Beach, con un sonido cálido, un bajo a lo James Jamerson, y las omnipresentes voces bordándolo todo. Esta guerra civil la gana el buen gusto y la elegancia. Civil War es como debe sonar el amor.

Para cerrar la producción tenemos los dos primeros singles que conocimos de esta etapa: la rocking-bossa-nova Rainha Do Sul y la sorpresa en castellano Por La Puerta de Atrás, redondeando con estos dos extremos Sudamérica/Norteamérica el bodegón de un Space Cowboy que lo tiene todo en la justa medida. 

Tras la última nota de la última canción (de la enésima escucha) pienso en la bendición que sigan existiendo los que se apuntan al club del ‘viento divino’ (dígase Kamikazes) por amor a la música, por respeto al oyente, por el placer de componer en el presente valorando el pasado. Quiero pensar que discos como éste son de los que salvan a la música, que son el futuro. Deseo que lo sea. Que el tópico de que ‘la música es cíclica’ nos regrese a ese punto de partida donde algún Biff Tannen corrompió los sonidos populares, alejando a la gente de la más bella forma de arte. Space Cowboy es uno de esos discos que consagran carreras. No sé si los Tangerine Flavour son realmente conscientes (por la cercanía con su propia obra) del monumento que han publicado. Space Cowboy es, en mi opinión, uno de los mejores discos que se hayan grabado en la historia de este país. Lo tengo meridianamente claro. Con vuestro permiso me regreso a la Flavour International Space Station. |

Sobre el autor del artículo:

RICARDO PORTMAN: Fundador y editor de Ecos del Vinilo, es periodista y crítico musical, criado y alimentado por el rock n’ roll; creció a la vera de The Beatles, los Stones, The Doors, Pink Floyd y Queen, compañeros de viaje que fueron nutriendo el banco de datos de una mente que siempre se ha movido en acordes, estrofas y vinilos. – @ricardoportman_ | @ecosdelvinilo

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2 comentarios

  1. Mandarino

    ¡Una pasada de disco y una pasada de crítica!

  2. MasKJazz

    Es un disco impresionante. Gran producción y temas espectaculares.
    Y lo mejor de todo es que se trata de un trabajo que nos trae verdadera música en estos tiempos de tribulación.
    Recomendable al cien por cien.

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