Crítica | The Rolling Stones: Nada menos que un nuevo clásico

[Ricardo Portman] @ecosdelvinilo | @ricardoportman_

Pureza Stones. Buen gusto. Bravura veterana. Hackney Diamonds llega como respuesta a esa necesidad flotante de que The Rolling Stones, después de tantos años sin un disco con material original, tenían algo que probar a pesar de tener sesenta años relamiéndose esos labios lascivos y rock n’ rollers. Los doce temas que completan más de cuarenta y ocho minutos de reproducción han merecido la larga espera, porque este álbum es nada menos que un nuevo clásico dentro de la discografía Stone.

Angry abre en modo himno, llevándonos en un viaje de ida y vuelta al espíritu del Tattoo You pero con las vibraciones 2023, mereciendo un monumento ese riff de Keith Richards tocado con su mágica afinación en sol abierto. Gloriosa apertura. Get Close, con Elton John al piano, es el patentado midtempo con garra a lo RS, que de alguna forma me hace pensar en aquel Silver Train del Goats Head Soup pero con el saxo dando la pincelada contemporánea (¡si estuviera aquí Mr. Keys!). Depending on You recupera el entramado acústico, dando la puntada precisa en la costura entre el Sticky Fingers y la era de la música digital. Una delicia absoluta.

Llegamos al regalo envenenado, el puñetazo de los viejos lobos: Bite My Head Off, con Mick Jagger cantando con más alma que todos los vocalistas del hemisferio occidental. Paul McCartney suma el bajo monolítico, Keith y Ronnie revientan el mundo con esas guitarras infernales: esto es la familia reunida en una bacanal sonora. Whole Wide World es el quizás la canción más Jagger solista de todo el álbum. Es rock moderado y pop inspirado, nuevamente con las guitarras sumando el spicy-miracle.

Sweet Virginia y You Got The Silver ya tienen una nueva compañera en sus alturas: Dreamy Skies, balada country folk con el slide de Ronnie llorando desde las planicies. Preciosa nueva joya para la corona. Mess It Up retoma el registro Steel Wheels/A Bigger Bang, donde la banda no le hace ascos a modernizar con pulso firme y delicado. Este es uno de los últimos registros de Charlie Watts en la batería y se percibe su aliento divino.

Live by the Sword es de las canciones que esperaba con más ganas por el retorno de la sección rítmica más importante de todos los tiempos: el hijo pródigo Bill Wyman y Charlie Watts (con su segundo aporte percusivo desde las alturas), apoyados por los dedos habilidosos de Elton John. Este es un tema fielmente RS, purista desde la electricidad y malévolo desde la performance de un Jagger en estado de gracia.

Driving Me Too Hard es una nueva (y exitosa) excursión por el país de las baladas, que tiene en Tell Me Straight y la voz rota de Keith Richards su melancólica continuidad. Keith encontró -como es habitual- su lugar en la nocturnidad. Sweet Sounds of Heaven, con Lady Gaga a la voz y Stevie Wonder a los teclados, nos sienta en el trono de aquel lejano Shine a Light. Es un góspel cristalino cargado con las vibraciones del sótano de la Villa Nellcote. Sin duda es uno de los highlights dentro de un cancionero histórico e imbatible.

El cierre no podía ser más acertado, pertinente y furtivo, con el blues que les dio su razón de ser en el Londres ceniciento de inicios de los sesenta. Rolling Stone Blues de Muddy Waters es lo que podría definir como un guiño a la eternidad de la banda más importante de la música popular (con permiso de The Beatles). Hackney Diamonds es un tesoro y un triunfo que desde ya ocupa un lugar de privilegio dentro de los mejores discos de unos Stones que se ríen de la vida y de la muerte. |

Sobre el autor del artículo:

RICARDO PORTMAN: Fundador y editor de Ecos del Vinilo, es periodista y crítico musical, criado y alimentado por el rock n’ roll; creció a la vera de The Beatles, los Stones, The Doors, Pink Floyd y Queen, compañeros de viaje que fueron nutriendo el banco de datos de una mente que siempre se ha movido en acordes, estrofas y vinilos. – @ricardoportman_ | @ecosdelvinilo