[Teresa Cerón López] @ecosdelvinilo | @terethali
Escucho las canciones de Fuimos Los Dos, el último disco de María Rodés. Siento que las palabras, las melodías, los arreglos, todo encaja de forma mágica, intuitiva. Suele ocurrir a menudo después de que el artista en cuestión sufra una ruptura amorosa traumática, o una crisis vital que lo sacuda de pies a cabeza. Y es que el corazón de María, aunque roto, no deja de palpitar engrandeciendo las canciones de esta obra de arte gestada en tiempos de pandemia.
Para servidora, Fuimos Los Dos es la prueba de la capacidad compositiva de Rodés, sorprendiéndome también su elegante don para hacer suyos estilos diversos. Bajo la atenta batuta de Joel Condal en la producción, a María la escoltan: Marta Roma al cello, Marina Tomás en la guitarra eléctrica, e Isabelle Laudenbach en los instrumentos de cuerda, mimando con luminosa alegría su lírica fresca y optimista.
Las guitarras, el sello dorado de la artista, siempre están en un primer plano. Para muestra, la fresca y directa “Recordarte”, con la que abre el disco a golpe de melodía con gancho, y en la que se aprecia la decidida confianza que tiene en sus letras. Como buen larga duración, Fuimos Los Dos posee temas que envuelven de forma inmediata a quien quiera escucharlos; así palpita la melodía latina de “Prefiero No Decir Nada”, que junto a “Te Voy A Querer Igual”, “Algo Que Pudo Ser” y “Ay Soledad” (atención a su principio hermoso cantado a capela), elevan los ritmos latinos y el folklore al cielo.
A pesar del encierro que envuelve el proceso creativo, esta obra de fina orfebrería no suena pesada, huye del camino tortuoso, evita la lentitud. Fuimos Los Dos brilla porque es coherente y presume de estrofas palpitantes, como muestra la feliz “Salgamos Juntos Al Jardín “, con unos coros tan angelicales que convertirían al más ateo; o la ácida “Madame Bovary”, puro derroche de sonoridad, de mensaje y de humor.
María Rodés siente, piensa y elige bien su rumbo. Está en un momento interpretativo brutal, excelso. Ya atesora un buen repertorio al que podrá sumar perlas como “Soltar Las Armas”, un paisaje sonoro que deja al trasluz los restos de una tristeza acogedora de fondo cálido. “Oasis” es una delicia, la simbiosis perfecta entre la letrista y la persona, amén de ese sha-la-la sugerente e hipnótico del que presume el estribillo, como queriendo emprender un vuelo en solitario y para siempre. La voz de María suena más envolvente que nunca, es normal, tratándose de un disco tan personal.
No necesita un impactante embalaje para transmitir fuerza “Se Nos Fue La Luz”; nos transmite también esa sensación de desnudez y desencanto que acrecienta la sensación de corazón varado, sin esperanza. Expresa angustia, sí, pero no llega a oprimir ni asfixiar. Perfectamente entrelazada en este cancionero está “Siempre Es Domingo “, en la que el desasosiego que provoca el confinamiento fluye de principio a fin. Palpitan la incertidumbre y el desequilibrio, como si María nos cantara al oído con nota melancólica. “La Verdad” nos aleja del ruido, nos cobija, mima nuestras entretelas descubriendo un amor que sabe de dónde viene, pero quizá, no hacia dónde va. Destaca su interpretación tierna y la búsqueda de la pureza. Qué bien juega María Rodés con nuestros sentimientos. Los hace suyos a través de las trece canciones de este disco para confirmarnos, una vez más, que la música es el único lugar en el que todos somos iguales.
Sobre la autora del artículo:
TERESA CERÓN LÓPEZ: Arqueóloga y melómana. Es la pluma fina y el verbo exacto, con Lezón y Rosenvinge en el corazón. Es parte fundamental de Ecos del Vinilo desde el big-bang. – @terethali
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Maravilloso artículo. Gracias por el descubrimiento. Siempre deliciosa, cautivadora y erudita la prosa de MariTere. Gracias Ecos.