Enrique Bunbury: También de vez en cuando está bien asustar un poco

Enrique Bunbury: También de vez en cuando está bien asustar un poco
“¿Cómo recibes estos sonidos en la desescalada del dolor? Pues como bien lo merecen, con los brazos abiertos”



[Ricardo Portmán] @ecosdelvinilo 

La fe es un grave sufrimiento / es como amar a un extraño en vano / que no se presenta por mucho que / uno llame, desesperado”. Lo que no se puede ver pero acaricia o pincha; aquello que nos da la vida y nos la quita en fracciones de segundos; el darlo todo no esperando nada pero deseando -a la vez- que despunten las velas por la curva del horizonte oceánico. Es la llamada desesperada en un idioma propio que nos hace arduo el lograr convencer al otro que vas sin armas ocultas. Las consecuencias (asustar un poco) es tan inevitable como la vida misma y como el amor en su forma más intensa y desnuda.

Enrique Bunbury, hace ya una década, abordaba la incomunicación entre las personas en lo que denominó, sobre la marcha, un disco de cámara, que no es otra cosa que una serie de canciones a pecho descubierto, susceptibles de ser tocadas en una habitación, sin más artificio que la emoción y el mimo artesano de cada instrumento aportando sus partes con el paso modesto de un invitado repentino a una fiesta superlativa.

A inicios del año 2010 llegaba a mis manos Las Consecuencias, el disco, como un obsequio inesperado en un momento en el cual yo seguía enganchado a un prolongado exorcismo emocional de casi dos años con Hellville Deluxe. ¿Cómo recibes estos sonidos en la desescalada del dolor? Pues como bien lo merecen, con los brazos abiertos porque Enrique suele tener la palabra justa para el momento clave, el verso que te salva temporalmente de algunos abismos y la canción inicial, Las Consecuencias (asustar un poco) es la cuerda amiga y el clavo ardiente. Lo fue en aquel tiempo y ahora conserva su entidad de fino confidente nocturno.

Las consecuencias son inevitables / el vértigo es la perfección de la belleza” rompe los precintos y aclara las aguas. Ese vértigo debería ser considerado una de las maravillas del mundo antiguo para acompañar a las únicas formas de esa categoría que siguen en pie en la planicie de Giza. Y lo inevitable de las consecuencias, por mucho que corramos nos termina atrapando por los hombros, haciendo que por más que te revuelvas felinamente “olvides poco a poco todos tus sueños y recuerdes el amor inalcanzable”. 

Las consecuencias son inevitables / La juventud no te acompañará / Los próximos mil años”. Escuchar esto en la voz de barítono de Bunbury, hoy, ahora, espolea y es el carpe diem que sacude el miedo a lanzarse sin red hacia aquello que está en nuestros pensamientos en el alfa y el omega del calendario. Las consecuencias también son gurús infalibles a los que conviene escuchar con mucha atención (los maestros no son eternos ni tampoco conservan la juventud los próximos mil años). 

Los más de cinco minutos de Las Consecuencias (asustar un poco), para mi mente de pico y pala, están unidos a El Tiempo de las Cerezas, de una forma mucho más sutil que las familiares secuencias de acordes de la acústica o el sentimiento en la voz de su autor; ambas canciones me llevan al ejercicio de unir de forma espontánea que “aunque las consecuencias sean inevitables sigo siendo como los gatos y caigo de pie y no me duele cuando me hacen daño”. No es el azar el que ha situado en mi altar personal a estos dos himnos rotos.

Bunbury, con Las Consecuencias, me entregó un mantra, una lección y un consuelo que, resistiendo unas cuantas tormentas perfectas, siguen más vigentes que nunca e intuyo que persistirán más allá de este plano. “¿Por qué siempre conviene alegrar a la gente? / también de vez en cuando / está bien… asustar un poco”. 



Las Consecuencias (asustar un poco)

Las consecuencias son inevitables
El vértigo es la perfección de la belleza
El invierno es peor que la primavera
Y el verano lo mejor e incuestionable.

La fe es un grave sufrimiento
Es como amar a un extraño en vano
Que no se presenta por mucho que
uno llame, desesperado.

¿Por qué siempre conviene alegrar a la gente?
También de vez en cuando
está bien… asustar un poco.

Las consecuencias son inevitables
Tuyo es, sólo, lo que no tiene dueño
Olvidas poco a poco todos tus sueños
Y recuerdas el amor inalcanzable.

Cada uno se dedica simplemente
A salvar su propio pellejo
Gastando la vida en viajes y festejos
Haciendo planes, prestando atención a charlas sin sentido.

¿Por qué siempre conviene alegrar a la gente?
También de vez en cuando
Está bien… asustar un poco.

Las consecuencias son inevitables
La juventud no te acompañará
Los próximos mil años.

Fiel a las imágenes eternas
Pero constante en la contemplación
Dispuesto como siempre a la acción
Al sacrificio y la recompensa

¿Por qué siempre conviene alegrar a la gente?
También de vez en cuando
Está bien… si, está bien
¿Por qué siempre conviene alegrar a la gente?
También de vez en cuando
Está bien… asustar un poco.









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