Enrique Bunbury: Watching The Wheels para el Pequeño de dos décadas

“El vuelo sin motor sobre el legado del Beatle era parte del viaje, del retorno a la casa grande de la música que respondía a la plenitud hallada en los sonidos del mundo”



[Ricardo Portmán] @ecosdelvinilo 

Cuando de fechas hablamos y de aniversarios nos empapamos. Hace muy poco se cumplía un nuevo 8 de diciembre, fecha maldita en la historia de la música (nos arrebataban a John Lennon), y por otro lado este 2019 ha sido el veinte aniversario de un disco histórico como pocos, el Plastic Ono Band de Enrique Bunbury: Pequeño. 

Recibido de forma unánime como el gran reissue del maño, Pequeño llega con el sonido mejorado, con una cantidad abrumadora de material inédito y entre el bosque me he quedado con el claro que representa la versión que hizo del infinito Watching The Wheels (bonus track con estatura de mito). 

Es uno de los pocos temas grabados en inglés por Enrique y la verdad es una delicia escucharle en la lengua del de Liverpool, con ese piano majestuoso llevado por el imprescindible Copi Corellano. Hay mucha emoción, garra y savoir faire en la interpretación del aragonés, aportándole a una melodía canónica el puño cerrado de su tesitura fronteriza con el crooner performer. 

En alguna ocasión Bunbury ha declarado su admiración muy específica por Paul McCartney, pero nunca pudo negar que John Winston/John Ono también le removía alguna fibra norteña al elegir este tema no tan obvio del Lennon-1980 que dejaba de hornear pan y al final (muy al final) volvía al piano y la guitarra. 

El tiempo de Pequeño también era de alguna manera el ‘regreso’ de un lugar sonoro al cual viajó Enrique, un perímetro valiente que le permitió probarse y probarnos llamado Radical Sonora. La acidez de un público demasiado inmaduro para asimilar el crecimiento exponencial de Bunbury le hizo replegarse en sí mismo y ser el caracol que en Cambrils reencarnó en el hombre que de mayor quiso aprender a ser pequeño. El vuelo sin motor sobre el legado del Beatle era parte del viaje, del retorno a la casa grande de la música que respondía a la plenitud hallada en los sonidos del mundo.




Es estremecedor como las palabras traducidas de Watching The Wheels podrían ser perfectamente una letra del propio Bunbury: “La gente dice que estoy loco al hacer lo que hago / Bien, me han dado toda clase de advertencias para salvarme de la ruina / Cuando digo que me encuentro bien, ellos me miran un poco raro / “‘seguramente no eres feliz ahora que no juegas más el juego’”. Esto calza milimétricamente con el rapapolvo que muchos merecían cuando seguían en su empeño del regreso del cantante a Héroes del Silencio (el juego). 

El estribillo de Lennon parece mostrarnos la estampa de un Bunbury contemplativo, en plena fase de introspección y búsqueda en cada una de las composiciones de Pequeño, donde había dejado evaporarse en libertad los últimos resquicios del rock-frontman para asumir su encarnación como artista-errante: Solo estoy parado aquí / Mirando las ruedas girar y girar / Realmente me encanta ver sus giros / No más viajes en el «trenecito de la felicidad» / Es solo que ya lo dejé ir”. Sí, Bunbury lo dejó ir con abrupta elegancia y total fidelidad a su espíritu mestizo.

Puede parecer una casualidad, o incluso una cábala repentina este cruce de significados, pero es imposible que pase desapercibido tratándose de quienes hablamos. John luchaba con los fantasmas de los Fab Four y finalmente se liberó. Enrique se libraba de las sombras de la banda-madre y también logró la libertad. Pequeño tenía sus ruedas y Bunbury las motorizó con una catarsis creativa que dos décadas después se continúa celebrando.







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