Crónica | Rufus T. Firefly: El aullido del lobo en la noche invernal

Les relatamos todo sobre su concierto de anoche en la Sala La Riviera de Madrid



[Ricardo Portmán] @ecosdelvinilo 

Un frío que pela. Lunes, 30 de diciembre, y en la ribera fluvial podías quedarte hecho estatua. Pero dentro de la caldera de la Sala La Riviera esperaba el corazón del volcán. Rufus T. Firefly cerraba el año con un concierto inesperado, maravillosamente inesperado, en el marco del Radar Pop Madrid, y quien les escribe, tras años de conocerles a la distancia (desde las antípodas), después de tres entrevistas para los discos Nueve, Magnolia y Loto, pues me aprestaba para la crema de Rufus: Su directo, mi primer directo suyo visto a quemarropa.

Ante un recinto con poco público (fechas complicadas y la gente iba a lo que iba, a los de Aranjuez) salen a escena los Axolotes Mexicanos, grupo con una frescura desbordante y una cantante, Olaya, que es carisma en carne y hueso. En un recital un poco accidentado pero frenético, tocaron temas como Trece Catorce, Sin Ti, Vaga y Astor. Su guitarra solista Lucas hizo de dinámica contraparte a Olaya, repartiendo buenos fraseos y mucha actitud. Actitud, esa es la palabra para los Axolotes Mexicanos.

El cuerpo técnico empieza a ubicar instrumentos, teclados, el pequeño dragón, pedaleras, la SG blanca y batería. Esto es el preámbulo de la borrasca. 

Sale la banda a escena y solo con ver a Julia Martín-Maestro colocarse tras la batería, aún sin dar un redoble, ya es motivo para contener la respiración (ella es, sin duda, la mejor batería de nuestro país, una fuerza de la naturaleza). Marta Brandariz se ubica en su teclado, Carlos Campos se cuelga la guitarra y se va al fondo (visualmente casi no le vemos pero lo importante de su presencia está en el sonido), el señor bajista Miguel de Lucas se coloca muy cerca de la batería, como es habitual. Y Víctor Cabezuelo, sonriente, como un niño que llega a un bosque propio, se planta en el centro del escenario, toma su SG, mira a su alrededor, como diciendo “vamos a darles fuego, que afuera el frío aprieta”. 

Inician con su traca habitual, marca de la casa, Tsukamori. Desde la primera palabra del primer verso cantamos muchos, no solo el lead singer: “Que mis ojos atraviesen la coraza / de la tierra enferma / que se abra el manto negro de la noche / y libere a las estrellas”. Conforme la interpretación avanza se nota como los músculos del quinteto adquieren la tensión necesaria. Para la siguiente canción ya el vuelo alcanza la altura de crucero; un vuelo a bordo de El Halcón Milenario, tema fundamental del álbum Magnolia. El fraseo inicial del teclado es un dardo certero, con el verso “Otra vez, demasiado conmovido para reaccionar” como estado esencial de la totalidad de los asistentes, que se dejan la garganta con los brazos en alto. Poder escuchar el solo de guitarra de El Halcón Milenario en directo es un privilegio, un solo que una vez ya definí como uno de los más emocionales que he escuchado alguna vez, independientemente de la cantidad de notas que contenga (esto va de emociones).


Siguen con Loto, y ese ritmo crepitante de Julia que da entrada a las filigranas de Víctor en el teclado, quien la canta apoyado por Marta, y con Miguel mordiendo con una de las partes de bajo más potentes de toda la discografía de Rufus. La bordan, lo saben, y el cantante y la batería se miran como planeando una travesura; tal es su conexión que parece un túnel de viento de ida y vuelta. 

Cabezuelo: “Esta es una canción antigua… es El Problemático Winston Smith”. El corte inicial de Nueve nos lleva de la mano a otro tiempo de Rufus T. Firefly. Es una delicia escucharles interpretar con su madurez actual una canción que conserva un brillo indudable.

El fino ladrido de Fuju nos indica que llega Demogorgon, otra de las maravillas del disco Loto. Con los redobles majestuosos de Julia cerramos la performance de los temas de su (por ahora) último álbum. Ahora a por selecciones de Magnolia, la primera Cisne Negro, que es la calma (entendida en sus términos), el primer respiro en la vorágine de luces, seguida de la que fue -en palabras de Victor- la primera canción compuesta para la etapa Magnolia: Última Noche en la Tierra. Los arpegios de la intro son luces tímidas, que incrementan su fulgor con la “voz” del bajo, que parece dialogar con la trémula vocalización de Victor, que denota la emoción de sus palabras: “Desde el borde del mundo esperamos la escena final / un destello atraviesa las nubes y nos alcanza / ella baila descalza en medio de la tempestad / y aunque tiemble la tierra, no puedo dejar de mirarla”. El segmento final de la canción es un creciente cúmulo de poderío, con Julia literalmente arrasando y no dejando pasto a su paso.

Llegamos a la fascinante Pulp Fiction, con ese intro sintetizado tan reconocible. “La nube pixelada no dejaba ver el sol” bien representa mucho del alma de manso futurismo que se nutre de la mítica frase tarantiniana “estoy a mil jodidas millas de estar bien”. 

Era momento oportuno para el Apocalipsis del sonido: Pompeya. El ritmo marcial/tribal de Julia, en directo, es indescriptible, puede salvarte la noche y elevarte hasta lugares insospechados. Pompeya es la máxima demostración de supremacía de Rufus T. Firefly sobre un escenario, un divino atentado al orden establecido. Los fraseos conjuntos de Víctor y Carlos Campos son lacerantes, con Cabezuelo dejándose la piel, las cuerdas vocales y hasta filamentos de su ADN en cada verso. 


La canción de amor más freak de todos los tiempos: Nebulosa Jade. Este fue la canción más coreada de la noche y esa delata como el amor en esta forma tan ricamente pasional cala en todos, permeando en las historias individuales para convertirnos a todos también en freaks enamorados. Sublime el contrapunto bombo-bajo, uno de los ingredientes definitorios de esta canción cuya letra es la total desnudez emocional de Víctor.

Druyan & Sagan nos devuelve a Loto, con su intro acelerada y un groove asesino que habita en los fieros redobles y ese magistral golpe intercalado en el tom de Julia en los versos, que define de manera discreta y trascendente el mood. El final de Druyan & Sagan es un vuelo libre, con el motor apagado, dejándose llevar por el viento.

El comienzo de Magnolia nos comunica que estamos ya en el final del concierto, y la banda como puño aprieta, echa carbón en la caldera, para que las llamas sean lo suficientemente altas y visibles para la catarsis final: Río Wolf. La intro de guitarra es coreada hasta el paroxismo, la letra retumba en las paredes de La Riviera: “Sigo el aullido del lobo / en un caballo de fuego / atravesando los cielos / y el surco de la memoria”. Es el tiempo del fraseo invencible de Victor en la Gibson blanca, un diálogo encriptado con la furia percusiva de Julia, que en Río Wolf nos termina de poseer, con un outro alucinante, imperativo y muscular. El éxtasis deja chispas en al aire y se despide en lentas espirales.

Tras el “buenas noches”, Rufus T. Firefly regresan a sus cuarteles para seguir construyendo su futuro, mientras todos los que estuvimos a pie de escenario regresamos a un presente que se precia de tener en sus folios los sonidos de una banda definitiva. Ellos lo son, definitivos, en disco, en el escenario y en las madrugadas en vela de muchos que están a mil jodidas millas de estar bien. 


Set list:

Tsukamori
El Halcón Milenario
Loto
El Problemático Winston Smith
Demogorgon
Cisne Negro
Última Noche en la Tierra
Pulp Fiction
Pompeya
Nebulosa Jade
Druyan & Sagan
Magnolia
Río Wolf


Fotos: Ricardo Portmán












Copyright © 2019 Ecos del Vinilo.
Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin previa autorización del autor.