Crítica | Zoé: Renovación y sintetizadores espaciales

Aztlán
[Universal]
★ ★ ★ 
[Teresa Cerón López] @ecosdelvinilo

Llámenme loca, pero tras casi una hora de escucha y once canciones, Aztlán, el sexto disco de estudio de los mexicanos Zoé, me suena a The Horrors, a Portishead, y si ustedes me lo permiten, a los mejores Radiohead.

Probablemente gran parte del peso de esta percepción mía recaiga en el papel que Craig Silvey tiene como productor de la placa, y la vinculación que dicho señor posee como colaborador de las bandas arriba mencionadas. Creo, sin temor a equivocarme, que la mano mágica de Silvey ha dotado a las canciones de Aztlán de inmediatez y de una fuerza propia solo del sonido hecho en directo, el cual es más crudo, sin tanta capa, a lo old school. Probablemente no sea un disco que sume seguidores a la agrupación, pero no me cabe la menor duda de que merece ser escuchado de principio a fin, seas o no fan del quinteto de Cuernavaca.

Tras una primera escucha, llegas a la conclusión de que tienes entre  manos un disco de rock hecho en español que, sin abandonar la psicodelia ni la electrónica tan característica de la banda, da un paso adelante rompiendo algunos moldes prefijados tanto por el público como por la disquera.

Cabe destacar el potentísimo bajo de Angel Maqueda bordando la introducción de Venus (corte que abre el disco) y su protagonismo en canciones como Oropel o No Hay Mal Que Dure quizás la canción más bailable de Aztlán, la que nos transporta a los ochenta con sus acústicas escandalosamente adictivas y su ramalazo New Age.

Los sintetizadores se convierten en protagonistas durante casi toda la hora que dura el disco pero no molestan, no se hacen pesados, al contrario: Suman magia y teatralidad a la producción. Como prueba solo tenemos que escuchar Temor y Temblor, realmente intensa, con un sonido tirando a oriental y unas guitarras en estado de ebullición permanente hermanadas a los sintetizadores.

Azul fue elegida como carta de presentación de Aztlán y viene acompañada de un bellísimo vídeo filmado por el vocalista del grupo, León Larregui. Su letra es un pequeño cliché basado en el amor y desamor del que tan bien se le da hablar a Larregui, y junto a Hielo forman las canciones menos arriesgadas de la placa. A mi juicio, lo que las dignifica, y en cierto modo las engrandece, es el carácter lúdico que trasmiten al oyente. Dentro de la misma onda se encuentra Ella Es Magia, un canto alegre que ensalza las cualidades de la fémina perfecta.

Los que criticaban a Zoé por dar la espalda a la problemática social de México en sus canciones encontrarán en Aztlán letras mucho más profundas, que no se escapan de hacer crítica social sin metáforas de por medio. Aztlán, la canción que da título al disco, es su máximo exponente. En ella se compara la grandeza del Mexico prehispánico con el convulso y decadente país actual. A destacar versos como: “Gran Aztlán, tu pueblo te reclama”, “Saquemos de raíz todo lo podrido” o el magistral “Despierta de tu gran letargo, quinientos años ya han pasado”.

Renacer hace gala de guitarras eléctricas reverberantes,  creadoras de ambientes coloristas singulares y Al Final es un viaje lisérgico con letra algo críptica y estribillo estelar.

El pasaje más íntimo de la placa es Luci, canción de amor dedicada al pequeño hijo del vocalista. Lo que chirría al oírla son algunos versos difíciles de digerir en los que la voz de León se pierde inexplicablemente y el tono dulzón que utiliza a mitad del tema restan un poco de credibilidad a la composición final.
El disco cierra con Clarividad, la canción de oro. Pura exquisitez e inteligencia. Es un sacar con elegancia los pies del plato sin morir en el intento. Un corte digno de alabanza que derrocha futuro e internacionalidad, situando Aztlán muy por encima de nuestras expectativas.



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