Clapton y el último concierto de los Beatles

«Sólo faltó John, quien me telefoneó después para decirme que habría ido si hubiera estado al tanto de la fiesta»




[Ricardo Portmán]

Para todo el mundo está claro que el último concierto de los Beatles fue en la azotea de las oficinas de Apple en enero de 1969. Pero hubo otro «último concierto» en 1979, al que sólo faltó Lennon. Eric Clapton fue testigo de excepción de este acontecimiento y así lo contó en su autobiografía.



«Por mucho que entonces creyera amar a Pattie, la verdad es que lo único imprescindible para mí era el alcohol. Eso hacía que la capacidad o la necesidad de comprometerme con algo, incluso con el matrimonio, me parecieran más bien secundarias. En cualquier caso, enseguida se volvería a invocar la regla de «prohibido mujeres durante la gira», y entonces regresaría a mis viejos hábitos. Pattie me acompañó a Albuquerque, luego a El Paso y a los restantes conciertos hasta el de San Antonio. En cada actuación subía al escenario para que le cantara «Wonderful Tonight», pero tras la de San Anonio le dije que debía volver a Inglaterra. Era de nuevo la hora de los hombres; ya había tenido suficiente dicha doméstica. Esto no la colmó de felicidad y, por supuesto, en cuanto se fue volví a las andadas.
Una de las primeras cosas que hizo Pattie tras regresar a Inglaterra fue organizar una reunión con todos nuestros amigos ingleses para festejar nuestra boda. Se fijó para el sábado 19 de mayo (de 1979), durante un hueco en el calendario de la gira, y se iba a celebrar en el jardín de Hurtwood, donde se erigiría una enorme carpa. A los invitados se les dijo que llegaran «hacia las tres de la tarde» y se les indicó que no era obligatorio llevar regalos. «Si estas libre», habíamos escrito en las invitaciones, «intenta venir y nos echaremos unas risas». No había ninguna etiqueta formal para la fiesta. Sólo se esperaba que los invitados vinieran cuando pudieran, vistieran como les apeteciera y pasaran un buen rato.
Recuerdo que la primera persona en presentarse fue Lonnie Donegan, que vino prontísimo, hacia las diez de la mañana, seguido casi inmediatamente por Georgie Fame. No sabía qué hacer con ellos, y acabamos en un pequeño dormitorio donde Georgie empezó a liar porros. Yo me quedé allí mayor parte de la jornada, colocándome y poniéndome cada vez más paranoico a medida que llegaba la gente. No sabía ejercer de anfitrión y no lograba sobreponerme a ello, así que, en lugar de andar por allí saludando a los invitados y ofreciendo bebidas, me refugié en mi escondite. Al final, ya a la caída de la tarde, bajé hasta la carpa y me encontré con una enorme fiesta en marcha. Había cientos de personas, desde mis célebres amigos músicos hasta el tendero, el carnicero y la gente de Ripley, charlando, comiendo, bebiendo o enrollándose en los arbustos. Parecía la clase de fiesta a la que hubiera gustado asistir.
Se había montado un escenario con la idea de que se incorporase a la improvisada banda quien se sintiera con ganas. Una sucesión de grandes músicos actuó en aquella jam session nocturna, entre ellos Georgie y Lonnie, Jeff Beck, Bill Wyman, Mick Jagger, Jack Bruce y Denny Laine. Recuerdo que Jo Jo, la mujer de Denny, subió a cantar y después no había forma de hacerla bajar, así que el de la mesa de mezclas iba apagando uno tras otro los micrófonos que ella usaba.
George, Paul y Ringo también tocaron; sólo faltó John, quien me telefoneó después para decirme que habría ido si hubiera estado al tanto de la fiesta. Nunca sabré a qué se debió la confusión, pero yo tuve poco que ver con el asunto de las invitaciones. En cualquier caso se perdió una gran oportunidad de que los Beatles se juntaran en una última actuación. Pattie también había cometido el error de dejarle nuestro dormitorio a Mick Jagger, que se encontraba en la fase inicial de su idilio con Jerry Hall, de modo que no pudimos acostarnos, algo que se me antojaba completamente ridículo. Así que decidí apuntar hacia Belinda, una amiga de Pattie que, estaba convencido, se me pondría a tiro en cualquier momento. Me escondí en un armario con la intención de saltar sobre ella a la primera oportunidad, pero me quedé dormido y cuando me desperté descubrí un estropicio que costaría dos semanas arreglar.»



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