Blur: la quintaesencia de la pérfida Albión

2 de julio de 2012. Con motivo de la conmemoración de los 21 años del lanzamiento de su primer disco (Leisure), la formación original de Blur dio a conocer dos temas inéditos titulados «Under the Westway» y «The Puritan» mediante un evento reservado a usuarios de internet y redes sociales. Damon Albarn, su cantante, declaraba: «Los tres o cuatro días que nos hemos reunido juntos ha conseguido ser como antes y bueno, espero que sea así durante el resto de las grabaciones«. Una noticia explosiva que removió el fondo del estanque de una sociedad que vivió de primera mano uno de los grandes movimientos musicales de todos los tiempos: el Britpop.

Principios de la década de los noventas. A la estela del Indie inglés (The Smiths) y la escena Shoegazing (My Bloody Valentine, Lush, Ride), una generación de músicos británicos, en la gran encrucijada de tendencias del momento, decidieron no seguir la movida del rock de Manchester (Happy Mondays, Stone Roses, The Charlatans UK, Inspiral Carpets) ni embarcarse en una adaptación europea del Grunge americano. Los oídos de esta camada de intérpretes se fue hacia los clásicos de los sesentas y setentas, el sonido del viejo vinilo y la idiosincracia típicamente inglesa como bandera.

Dentro del Britpop, apartando buenas bandas tales como Pulp, Suede, The Verve, Elástica o Sleeper, el monopolio estuvo siempre en las manos de dos gigantes: Oasis y Blur.

Mientras Oasis (manchesterianos) tiraron hacia la fuerza bruta, la potencia, la saturación de graves y la violencia verbal, Blur (de Colchester, Essex) tiró de folklore y charm inglés. Rebuscó en la musicalidad, a ratos astillas de vaudeville y la sonoridad para convertirse en los dignos herederos de los Kinks y los primerosTraffic. La quintaesencia de la pérfida Albión. Discos tales como «Modern Life is Rubbish», «The Great Escape» y «Leisure» marcaron un hito pétreo, que con el tiempo ganaría en mística. Pero el punto álgido de su proceso creativo fue el grandioso «Parklife», considerado el mejor disco del movimiento Britpop (con permiso del «Different Class» de Pulp).

Damon Albarn (voz), Graham Coxon (Guitarra), Alex James (bajo) y Dave Rowntree (batería) lograron plasmar su óptica meridianamente british en cada track de «Parklife» como nadie. Sus imágenes promocionales del disco nos llevan de la mano al Helter Skelter (atracción típica de los parques de atracciones ingleses), las apuestas a los galgos, las pintas de Guinness y las generosas raciones de fish’n’chips. Más allá del destino de Blur para el momento de su primer exilio (Coxon fuera de la banda, mal ambiente y acritud en general) sus integrantes quisieron y supieron mantenerse civilizados y progresistas. Rowntree se metió en la política. James a escribir en periódicos y dirigir documentales. Coxon luchando con sus demonios propios y sacando discos solistas. Y claro, Albarn dando forma  a sus Gorillaz.

Su regreso no debería tomarse como algo inaudito o increíble. Los Blur, siempre más listos que sus rivales, los primitivos Oasis, han sabido mirar en perspectiva su pasado y dar el siguiente paso.

Las dos nuevas canciones, «Under the Westway» y «The Puritan», son sólo el aperitivo para algo más ambicioso. Reuniones con el productor William Orbit, para grabar nuevo material, lo confirman. Un nuevo disco de los colchesterianos siempre se puede considerar como un clásico Dark Horse (en el argot anglosajón, una caja de sorpresas, una incógnita, algo de lo que nadie espera nada y causa repentina admiración). Una experiencia a menudo enriquecedora, que suele sumar matices a la paleta de sonidos de estos últimos años de sequía musical a nivel global. El Britpop, ese cadáver exquisito, se quedó en los museos, incapaz ya desde su lejanía de abarcar algo tan heterogéneo y pulido como Blur. Su pop trasciende y eso es lo que importa. Que ardan las etiquetas.