McCartney: el artesano






En toda casa que se precie siempre hay una vajilla inédita. Tan valiosa que nunca se utiliza. Pero que su falta de uso o exposición la hace un objeto de culto íntimo, de rancia ternura.

Llevando estas visiones y notas a la historia musical es inevitable no pensar en esa joya llena de aleatorias y afortunadas imperfecciones como lo es el primer disco solista del Beatle Paul, “McCartney” (1970). Es un trabajo de artesanía sonora. Orfebrería y buen gusto al detal. Más allá de la grandeza del Maybe I´m amazed, el disco tiene monumentos del minimalismo como That would be something, Valentine day, Oo you y el Momma Miss America.
Incluso presenta la mejor portada de la carrera de Paul, cortesía de esa gran artista de la imagen llamada Linda Eastman. La sutileza visual, la delicia cromática de un solitario tazón de cerezas, que nos da la bienvenida, para en contraposición, rodearnos de una serie de fotografías familiares y entrañables en el interior.
Es un trabajo que por derecho propio está en el olimpo de lo mejor que se ha hecho en décadas. Es un cuadro inmejorable de un tiempo y unas circunstancias únicas e imperecederas en la cultura occidental.
Como punto y aparte les dejo con la inolvidable versión del Maybe I´m amazed de los Faces.  Sencillamente perfecta.