Crítica | The Smashing Pumpkins: Horror absoluto

Crítica | The Smashing Pumpkins: Horror absoluto


[Ricardo Portman] @ecosdelvinilo | @portman918

El propio nombre de la banda (uno de los grupos de mi vida, admito) me da la entrada perfecta para la revisión de su nuevo disco ATUM – Act One. Cada nueva publicación de la banda de Chicago llega con una expectativa aplastante (cada vez menos, eso sí) y tras la respectiva escucha nos deja a la gran mayoría con la misma expresividad en la cara que una triste calabaza, álbum tras álbum. The Smashing Pumpkins carga con una losa inmensa con el mítico Mellon Collie and The Infinite Sadness (1995) a sus espaldas y el simple hecho de figurarse el igualarlo lo veo como una quimera monumental. El caso es que este ATUM es una nueva y profunda decepción salpimentada por la estúpida aspiración/premisa de la comunicación del equipo de Corgan de que sea la continuación del Mellon Collie (se escuchan risas pregrabadas). Lo dicho anteriormente: Una quimera monumental.

ATUM – Act One es un espanto, superando negativamente -en varios kilómetros figurados- la mediocridad de Cyr (2020), Zeitgeist (2007) y Shiny and Oh So Bright, Vol. 1 / LP: No Past. No Future. No Sun (2018). Ya no hay excusas, coartadas ni nostalgias que valgan para seguir escurriendo el bulto: The Smashing Pumpkins no existen, da igual el lineup; se extinguieron tras Machina/The Machines of God (2000) y salvo breves vuelos rasantes de calidad como Oceania (2012), no han vuelto a producir ni UNA sola canción medianamente memorable en décadas.

Billy Corgan, desde la cúspide del trono blanco de su ego, no acepta el paso del tiempo ni asimila que ya no tiene nada que aportar musicalmente a un mundo distinto al que le rodeaba en aquellos gloriosos noventa. Si antes le impulsaba la tristeza, la pasión, la furia o el amor infeliz, ahora no tiene estímulos más allá de sus negocios en la lucha libre y las búsquedas trasnochadas e infructuosas en un pasado remoto e irrepetible. Cero evolución, nula autocrítica.

Pero vayamos al disco. En ATUM – Act One encontramos un bodegón de remedos, chapuzas y excesos: un baratísimo pseudo-revival de Zero (Beguiled), el tsunami descerebrado de The Good In Goodbye, la electrónica/AOR de pacotilla de Embracer, el cólico sensorial de Hooligan, un parche de sonido ochentero de cartón-piedra de Where Rain Must Fall, el sonido de guitarras más atroz que podrías imaginar en Butterfly Suite y para cerrar la peor canción que jamás haya llevado la etiqueta de los SP: Hooray!, una puñalada absurda y oxidada.

Tras la dolorosa escucha de ATUM – Act One sólo me queda lanzar a la red de redes la sincera súplica a Billy Corgan de que no publique las dos siguientes partes de este horror medieval que es ATUM. Lo pido, con la manos sobre el corazón, desde el amor infinito que sigo sintiendo por Siamese Dream, Mellon Collie and The Infinite Sadness y Adore. Corgan: Goodnight and farewell.

Sobre el autor del artículo:

RICARDO PORTMAN: Fundador y editor de Ecos del Vinilo, es periodista y crítico musical, criado y alimentado por el rock n’ roll; creció a la vera de The Beatles, los Stones, The Doors, Pink Floyd y Queen, compañeros de viaje que fueron nutriendo el banco de datos de una mente que siempre se ha movido en acordes, estrofas y vinilos. – @portman918 | @ecosdelvinilo

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