Crítica | The White Buffalo: Sigue en pie

Crítica | The White Buffalo: Sigue en pie


 

[Teresa Cerón López] @ecosdelvinilo | @terethali

El bisonte albino sigue en pie en su extraña llanura. Le gusta salir de la manada, explorar territorios ajenos, vivir salvajes experiencias. Nacido como Jake Smith, The White Buffalo lleva media vida dando forma a su rara carrera musical. Para sus detractores, Smith es un músico inclasificable poco constante en sus actos, gustos o ideas. Otra forma de verlo, la de sus seguidores, es elogiar su manera de entender la música, ignorando a los medios de comunicación, defendiendo su narrativa inquieta, variada. Aplaudiendo su enfoque errante, el del músico que se niega a repetir la misma fórmula y que utiliza sus fantasías y sueños, como estímulos creativos que luego vierte en un estudio de grabación, enarbolando la bandera del inconformismo.

Recientemente ha publicado “Year Of The Dark Horse”, 12 canciones de guitarras incisivas y trepidantes que cohabitan con resplandecientes textos de aroma country, esmeradamente pulidos por el de Oregón a lo banda sonora de película. Adentrarse en “Year Of The Dark Horse” es hacer “un viaje sonoro”, en palabras de Smith. Es una travesía “lírica” sustentada en sus “verdades y aventuras retorcidas”.

Impresiona la capacidad que tiene para asustarnos, hacernos reír y sorprendernos como nunca antes. No hay tramo del minutaje en el que su voz no se funda ricamente con la banda que le sirve de acompañamiento simbólico. Prueba de ello es el soberbio comienzo de “Not Today”,enseñoreado por un divertido viaje en torno al astro rey que va creciendo conforme el bisonte ruge ¡today!; es un magnífico ejemplo de lo que nos vamos a encontrar después. Sin espacio entre canción y canción, “Winter Act 2” es una balada folk de altos vuelos exorada por un elegantísimo texto en el que nos abofetea con una buena dosis de soledad; sin atenerse a ningún tipo de género, The White Buffalo es capaz de transportarnos a un lugar donde no cualquier artista puede llegar, de ahí “Kingdom For a Fool”, robustecido por brillantes pedales de acero y estrofas coreables que llevan el sello inconfundible de su autor: el mejor portavoz del hombre americano desahuciado por la América más profunda y complicada. “La vida es dura, bella y cruel”, reza en una de sus estrofas para rematar a continuación con un “esta no es una noticia de última hora”. No. No hay esperanza ni ganas de ocultar su sentimiento de vacío.

Cualquiera sudaría para interpretar a lo Nick Cave “Love Will Never Come”, pura discordia con la que parece querer atacar con fuerza nuestros instintos más primarios, mucho antes de que le pise los talones “Spring’s  Song”, bellísima, cálida, con la que no tiene más intención que mantener a raya nuestros sueños tratando de vampirizarlos con la sinceridad que brota de las cuerdas de su guitarra.

Sobresale “She Don’t Know That I Lie”, en la que se enfunda un traje a lo Tom Waits de estética cruda, y que engalana con la austeridad de frases del tipo: “Tropecé hacia atrás y vomité en el jardín”, con la que sella una magistral apertura. El tiempo corre y la impaciencia se apodera de Smith en la dulce “C’mon Come Up Come Out”, encantadora y feliz; como su sucesora: “Love Song #3” inspiradas ambas en una especie de evaluación personal que las hace fluir con naturalidad.

“Heart Attack” es puro funky. Un corte especial, soberbio; en él confiesa que escribe canciones como un maníaco, hasta el punto de sentir su corazón al borde del ataque cardiaco diario. En fin, nada que sorprenda a quien conozca su trayectoria. En “Am I Still A Child” el narrador nos da pinceladas de lo deshumanizadora que puede resultar la vida cuando, tras un beso, recibes una bofetada inesperada que merma tu potencial, y la fe depositada en otra persona.

En el contexto del disco, “52 Card Pick Up” es otra maravilla que toma lustre gracias a las teclas del piano y los órganos. Una joya para escuchar en soledad y hacerla muy de uno, así se siente este caramelo.

Aborda a través de “Donna” el poder del amor y el drama de las despedidas, pero eligiendo un camino de aire festivalero; especialmente en el último tramo de la canción, en el que le desea a la protagonista suerte a la hora de encontrar un buen hombre que la quiera como él no supo. 

Este año lunar finaliza con “Life Goes On”, un canto sombrío, absorto, ciego y nada esperanzador inspirado en su idea dramática del mundo; una idea siempre presente en su imaginario. Aún azotado por un sinfín de dudas existenciales, The White Buffalo muestra en Year Of The Dark Horse que es uno de los pocos artistas americanos con un discurso atrayente, con un oído sólido, con un cerebro por el que pasan muchas cosas hasta que logra domarlas. Sabe centrar a las musas, las baja del laurel que las acuna besándolas con mimo y eso lo hace especial. Tal y como está el panorama musical, ser tan buen equilibrista tiene mucho mérito. ¡Larga vida a The White Buffalo! |

Sobre la autora del artículo:

TERESA CERÓN LÓPEZ: Arqueóloga y melómana.  Es la pluma fina y el verbo exacto, con Lezón y Rosenvinge en el corazón. Es parte fundamental de Ecos del Vinilo desde el big-bang. – @terethali

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