Crítica | Nacho Vegas: Torrente de emociones

Crítica | Nacho Vegas: Torrente de emociones

 


[Teresa Cerón López] @ecosdelvinilo | @terethali

Un jardín extenso y monstruoso, eso es Mundos Inmóviles Derrumbándose, el disco de un cantautor capaz de mostrar la crueldad que habita en la tierra y la belleza que, irónicamente, produce mostrar esa crueldad.

Nacho Vegas entrega un nuevo disco que demuestra su oficio para hacer canciones hermosas y/o dolorosas siguiendo la estela de anteriores trabajos, álbumes que siempre terminaron dejando la sensación de que no se podía hacer mejor, ni más bonito. Mundos Inmóviles Derrumbándose es la prueba de que Vegas no ha perdido capacidad compositiva, ideas para los arreglos, expresividad en la voz o habilidad para rodearse de músicos de excelencia, porque ¿quién le dice que no a Nacho Vegas?. Su flamante nuevo disco es una muestra cabal de que el asturiano hace solamente lo que dicta su deseo y también de que está al margen de cualquier estrategia. Mundos Inmóviles Derrumbándose no es excesivo (9 canciones-38 min. 39 seg), por momentos suena fresco y en otros, teñido de intención. 

Belart, que abre el disco, rezuma densidad presumiendo de oscuridad en los versos que tallan una composición que habla sobre la imposibilidad de volver atrás en el tiempo. “Qué fácil es para una rosa morir/ No se oye ningún lamento/ Qué duro fue para ti sobrevivir/ Después de otro aplastamiento”, canta. Enseguida La flor de la manzana, para la que ha contado con la colaboración de Mancha ‘E Plátano, evoca el grado de esperpento al que ha llegado nuestra sociedad sacando a relucir problemas olvidados como la huelga de hambre de los trabajadores del puerto marítimo de Gijón con tono burlón, logrando su cometido de experimentación gracias a los bongos y la festividad que tiñe su música afrocaribeña. El don de la ternura, inspirada en Raymond Carver, sorprende al mecernos con un Vegas moviéndose con gran soltura por una letra que no desbarranca en su bajada (“Y te crees inmortal/ Y es brutal el dolor/ Pero el cuerpo se seca/ Y te toca lidiar con la sangre y el don”) ; el disco crece en la intencionada  El mundo en torno a ti, una radiografía pausada sobre minorías, toxicidad y soledad convertida en un relato enmarcado que explota en la frase: “Allí, ¿a quién vas a acudir cuando ya no gire el mundo en torno a ti?”.

Ese Nacho amigo de la introspección personal gana la batalla al crítico social en La séptima ola, una canción de amor que vibra con gracia y sin sangre propulsada por la fuerza de una ola implacable y combativa; de lo mejor de esta producción es, sin duda, Ramón In, un pequeño viaje inspirado en la amistad en el que se entremezclan realidad y ficción. Luce un exquisito magnetismo narrativo, a mi juicio, un corte cargado de sensibilidad musical en su personal lectura de la amistad.

Esta noche nunca acaba es una carta cantada y conmovedora de despedida que tiene toda la impronta de Vegas; nos regala una melodía adorable, sencilla y guitarrera que antecede a Big Crunch, una reflexión aguda y pícara sobre el fin del capitalismo. Es redonda y necesaria, no es la típica canción de Nacho aunque destile caos y libertad. 

Un principiu de cruelda anuncia el final del disco, es una pequeña nana escrita en asturiano, el track de despedida y un paralelo evidente entre el cierre del álbum y el final de un mundo inmóvil que se cae en pedazos; un adiós lleno de calma, casi estabilizador después del torrente de emociones por los que te hace pasar esta obra de arte.

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