Crítica | Sidonie: Las novelas pueden ser cantadas

Crítica | Sidonie: Las novelas pueden ser cantadas

 El Regreso de Abba

[Sony
★★1/2




[Guillermo Rodero Larraz] @ecosdelvinilo | @GuilleRodero


Les descubrí tarde. Muy tarde. El primer disco suyo al que me acerqué fue El Peor Grupo del Mundo (uno de los primeros discos de mi vida), que veía la luz allá por 2016 cuando aún nos veíamos capaces de rechazar planes porque: “Bueno, siempre habrá otro…”. Ay, la inocencia… Cuatro años después, Sidonie (formada por Marc Ros (voz, guitarra y bajo), Alex Pi (batería y percusiones) y Jesús Senra (guitarras, bajo, coros y un largo etcétera) nos regala El Regreso de Abba. Este último trabajo acompañará a la primera y homónima novela del propio Marc Ros. Así, se entrecruzarán tramas, personajes y paisajes entre dos elementos tan parecidos y distantes como un libro y un disco. Ahí es nada.


Por supuesto, toda historia requiere de presentaciones. Aquí corre a cargo de la canción que abre el disco y que nos presenta a su protagonista, Me llamo Abba. Por si había mucha duda todavía. Abba acompaña a lo largo del disco. Interviene, se la reclama e incluso nos negocia. Un personaje que salta de canción en canción como si viviese en una gramola que dura nada más y nada menos que una hora y ocho minutos. De una Mi Guerra tranquila y reposada, pasamos a Mi Vida es la Música. Aquí cambiamos de tercio, pero nos da igual. Mucho siglo XXI, los chasqueos de West Side Story llamándonos a la acción y una revisión completa a la historia de la banda. Puede haber algo de repetición pero, como dice la canción, “¿Qué demonios? Soy Marc Ros” Y claro, yo a Marc Ros le paso casi todo.


Poco después se pone el piloto automático. Cadaqués, Portlligat y Cap de Creus nos hacen una visita guiada por ese Mediterráneo en el que esta banda creció. Montan el escenario y preparan el atrezzo de toda esta historia. Joder, estos tres lo tienen todo pensado. Esto nos lleva a Verano del Amor, otra de las canciones que conocíamos antes del lanzamiento. Puro disfrute que por mucho que suene siempre será poco. 


No sé si es de Alejandro Sanz la voz que abre Gracias a la Vida. Pero sí, “Alejandro”, yo también tenía ganas del disco. Con una maravillosa Miri Ros, vamos acercándonos peligrosamente al Ecuador del disco. En esta mitad, encontramos de nuevo a Abba (Kimberley Tell) en Interior con Chica al Piano. La propia Abba nos canta y tararea Me Llamo Abba, dejándola en el aire. Que no se nos olvide que aquí hay guión, maldita sea.


Después, Nirvana Internacional son casi seis minutazos llenos de mantras budistas e incluso de cierto espiritismo. George Harrison estaría orgulloso. En La Bailarina Rusa con los Ojos de Telescopio pasamos de un disco a una simple conversación sobre tartas, agujeros de gusano y dejar de fumar. Lo típico. Aquí se hace patente como el final de algunas canciones se solapa de manera absoluta con la siguiente. No es difícil pasar de una canción a otra y no darse cuenta. Aviso.


Casi llegando al final, Buenas Intenciones recuerda a los cuatro de Liverpool, que siempre viene bien. Creo recordar que hay otro guiño a ellos en la ya escuchada La Música es mi Vida, pero tampoco quería jugármela. De aquí, vamos a la pista de despegue que conforman L.S.Domenechs, Códecs y Ataque de ansiedad. El último sprint, la recta final, el apurar la copa. Nos van vertiendo poco a poco (presentando todavía personajes de esta historia), sin darnos cuenta, en lo que será el final de 23 canciones y no canciones que han formado este atípico viaje.


Por supuesto, ese final tiene un nombre y es Melodía para “El Regreso de Abba”. Más de cuatro minutos donde toda la letra la componen coros y palmas. Una despedida suena así, vamos diciendo adiós a todo lo escuchado y viendo como esa Abba imaginaria de varias voces que nos hemos formado en la cabeza nos saluda y entra poco a poco en el mar. Quién sabe si para volver a salir y regalarnos otro viaje…







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