Crítica | Lucinda Williams: Delirio crudo e imprescindible

Crítica | Lucinda Williams: Delirio crudo e imprescindible
Good Souls Better Angels
[Highway 20 / Thirty Tigers
★★



[Teresa Cerón López] @ecosdelvinilo | @terethali

Sesenta y siete años, y acaba de alumbrar un disco alucinante. Lucinda Williams nos regala en “Good Souls Better Angels” uno de los trabajos  más ásperos de su carrera; anticipándose a pandemias y desastres varios, la Williams anuncia en esta obra que tiempos más difíciles están por llegar, y a ella le duele tanto desencanto, claro. Le irritan las malas noticias, y esa especie de rabia contenida que necesita liberar en forma de buenos trallazos de rock. Así que, hecha una furia, más visceral que nunca, haciendo alarde de su característica voz rasgada, nos canta lo que nadie quiere oír porque duele demasiado.

A la hora de escupir verdades se ha rodeado de los mejores, algo muy habitual cada vez que emprende un nuevo proyecto. En esta odisea la acompañan: Stuart Mathis a la guitarra y el violín, Butch Norton en la batería y David Sutton controlando los bajos.

¿Estamos ante uno de los cancioneros más redondos de la discografía de Lucinda? Humildemente, creemos que sí. En “Good Souls Better Angels” no esconde, no disimula, no enmascara ese dominio tan suyo del leguaje rock americano, pero combinándolo mejor que nunca con la poesía que te conceden los años de oficio, y varias heridas personales.

Así que a lo largo de doce canciones, Lucinda Williams arremete contra la escoria humana encarnada por payasos, estafadores emocionales, e hipócritas deleznables como muestra en Bad News Blues; el caricaturesco presidente Trump, recibe un buen azote  a lo largo de Man Without A Soul pareciendo habitar Lucinda en un país regido por el despropósito y el escalofrío causado por su cabeza más visible.

Su aviesa inteligencia asoma en Big Black Train, un medio tiempo desgarrador altamente recomendable. Wakin ‘Up es el equilibrio perfecto entre la exacerbación y la denuncia sangrante por violencia de género sin perder la compostura  a lo largo del minutaje; You Can’t Rule Me es una declaración inteligente y elegante de intenciones comandada por una letra tan exquisita como bella. El blues planea a lo largo de toda la grabación como una especie de delirio crudo e imprescindible para cohesionar el discurso de la Williams (su golpe definitivo) con viejos fotogramas que nos remiten al pasado.

Play The Devil Back To Hell es un mundo en sí misma, un tema de registro desgarrador, ajado y conmovedor; en Big Rotator hay aridez y una atmósfera inhóspita. Los ritmos garajeros convergen en Bone Of Contention con la más absoluta electricidad; una electricidad que te envuelve o reduce a dentelladas; digna de elogio es Down Past The Botton, en la que se mete en la piel de una chica punky generadora de energía. 

A pesar de la densidad temática y la dificultad de este álbum, Lucinda Williams no faltó a clase el día que explicaron que después de una tormenta, casi siempre, llega la calma; pareciera tener grabada a fuego, una vieja enseñanza que apunta que, no hay poder más sanatorio que el de una palabra reconfortante a mitad de un camino pedregoso, como recita en Big Black Chain. Recalca este sentir en Good Souls y su voz suena maravillosa, contundente, como llevándose bien consigo misma de una vez por todas; en Shadows And Doubt podemos hablar de magia, de suspiros eléctricos arropados por una voz de oro.

Despacio, mirándose por dentro, narra Lucinda Williams su dolor; nos hace partícipes de  su soledad, una soledad que, casi siempre, cultiva acompañada por almas grandes y generosas que la incitan al confesionario personal.







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