Crónica | The Clods Band: Esa tensión sexual llamada Rock n’ Roll

Les relatamos el concierto de la banda madrileña en la sala El Perro de la Parte de Atrás del Coche



[Ricardo Portmán] @ecosdelvinilo

El Perro es de esas salas de concierto con el encanto subterráneo de una Cavern sin la vitola universal. Es un lugar ideal para esas bandas que necesitan la pegada de la corta distancia, bandas como The Clods Band, ágiles y pugilísticos desde la electricidad.

Abrió la programación el grupo Licenciado Vidriera, cuarteto con buen potencial para seguir creciendo, especialmente por la brillante performance de su guitarra solista. Las posibilidades están ahí y estos jóvenes músicos deben aprovecharlas para seguir robusteciendo su propuesta. Su cierre con Roadhouse Blues de The Doors debería ser visto como una guía de estilo para un repertorio con margen de crecimiento. 

Llegaba el momento de la banda de la noche, The Clods Band. Sobre el escenario vemos dos guitarras, bajo y batería, distribución que delata sus preferencias a través de la Gretsch y la Telecaster: Sonidos clásicos. Salen a escena Lucas Tuya (voz, guitarra solista), Azul Escolar (voz, guitarra rítmica), Miriam Izarra (voz, bajo) y Daniel Calero (batería). La media sonrisa felina de Azul, mientras se colgaba la Fender, delataba que llegaban con ganas de comerse ratones (y nuestras cabezas).



Una explosión cargada de decibelios, bañada por un juego de luces azules, borraba cualquier duda sobre lo que es capaz este grupo de Madrid formado apenas en el 2018. Sí, una corta vida, pero éstos músicos son de los que viven rápido e intenso. 

Broken Window abre con Lucas sacándole chispas a la Gretsch verde, desembocando en una melodía adictiva. Es el Dirty rock n’ roll (y también Happy, como ellos mismos se han definido). La primera grata sorpresa es que The Clods band no es un cantante, sino tres, cada uno con un registro propio y diferenciado. Lucas canta de una manera visceral, Miriam con un tono más grave y muscular, y Azul con un color tan CBGB, tan punk rock. 

Lucas Tuya es un solista agresivo, seminal en los punteos, a la slide y con los riffs; se percibe la sombra Jack White en su digitación y sobre todo en la impostura. Miriam Izarra es una bajista con un toque muy preciso, fluidamente groove, con reminiscencias a la Kim Deal que tocaba el bajo con alma de guitarrista (Miriam lo es). Miguel Calero a la batería cumple a la perfección con una muy exigente paleta de tempos acelerados y redobles imposibles, sin demostrar flaqueo en ningún momento. Mención merece su toque enloquecido del hit-hat en Coven. 


Azul Escolar es el arma secreta, el naipe ganador. Su labor en la guitarra rítmica es sorprendente por lo aparentemente sencilla, pero es un espejismo, porque entra y sale de las canciones, aporta el contraste a la furia de Lucas, toca acordes de una manera poco convencional con una solvencia total. Pero esto es solo un detalle ante el Mojo de Azul: es esa aura de rockstar a través de su lenguaje corporal, de su interacción cargada de tensión sexual con Lucas, sus movimientos en el escueto entarimado, las miradas de secuaz con Miriam y sobre todo por esos gestos locos y extasiados en su rostro que delatan el goce profundo por su música. Azul no intenta ser una intérprete de rock, ella es el rock.

En un sugerido acto de homenaje al rock latinoamericano se atrevieron con el clásico de Los Abuelos de la Nada, Mil Horas. Tema de ilusoria sencillez pero que demanda buen gusto, tacto, tiento y el nervio necesario para que suene creíble. Vale aclarar que la hicieron suya, sonando -afortunadamente- lejos de Calamaro y muy cerca de su propia identidad. Chapó por esto.

Sirve el llegar al ombligo del concierto para comprobar cómo el público aumenta en número, cómo se entrega en comunión con el cuarteto y no deja de mover las cabezas (ese movimiento es el de la gloria para el músico que se suda el alma en el escenario). Shake My Blues Away no solo te hace saltar, porque el acto físico es el preludio de un nuevo efecto: De real regresión a los sonidos de los noventas, ese rock alternativo garagero que mantenía la melodía como leit motivada sobre la distorisión.



El nuevo sencillo Libido es un portento funky/garage cargado de wha-wha, donde Calero nuevamente demuestra su saber hacer en el lenguaje de la música negra vista con la lupa de los Talking Heads. Como single es un éxito, como número de directo, un gozo prolongado. Coven , el gran sencillo con el vídeo la piscina/fogata lisérgica, resuena con mucha potencia, es un corte trabajadísimo al detalle, y aun así suena con la frescura de la canción recién descubierta. Lucas y Azul, espalda con espalda, nos enamoran, el Yin y el Yang de la sala subterránea.  

Tras el encore final, con The Clods Band sudando a mares y el gesto de total catarsis, no queda sino grabarse en la memoria un directo que fue una revelación, porque este grupo esta llamado a lograr grandes cosas, por personalidad, por empaque, porque te hacen creer en su autenticidad con un arsenal de temas brillantes en lo musical y sangrantes en sus significados. The Clods Band, representados por ese duelo juguetón entre Azul y Lucas, nos recuerdan que nunca ha dejado de existir esa tensión sexual llamada Rock n’ Roll. 









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