The Beatles: Tras los pasos de Honey Pie

La leyenda Beatle plasmada en las fotografías de una sesión histórica



[Ricardo Portmán] @ecosdelvinilo

1968. The Beatles se hallaban inmersos en su particular batalla personal y creativa. La puesta en vinilo, del arsenal de canciones traídas de su aventura en la India, tenía muy poco de misticismo y demasiado de guerra de trincheras. Habiendo perdido en el camino a su ingeniero de cabecera, Geoff Emerick, estaban hartos del ambiente de búnker de los Abbey Road. El 1 de octubre, unos desdeñosos Beatles, por razones técnicas, trasladaron el ojo de la tormenta en que se había convertido la grabación del mítico White álbum a los estudios Trident, en Wardour Street, Londres. 

Paul McCartney, eterno enamorado del music hall británico no pudo evitar parir el tema Honey Pie, un pastiche musical, agradable pero poco característico del mejor grupo de pop del mundo. Lennon la abominaba profundamente. Tanto que, paradójicamente, decidió tocar él mismo el solo de guitarra con su Epiphone Casino. Un solo inseguro y poco técnico pero totalmente auténtico. A Harrison sólo le quedó guardar su Gibson Les Paul color cereza, regalo de su amigo Eric Clapton (y conocida como Lucy) para meterse, malhumorado, a trazar las líneas de bajo con el Fender VI. 



El tema se empezó a grabar ese mismo día, en una maratónica sesión desde las 4 de la tarde hasta las 3 y media de la madrugada, sólo para que Paul (voz y piano), George (bajo de seis cuerdas), John (guitarra) y Ringo (batería) plasmaran una pista base para que George Martin, su sempiterno productor, compusiera el arreglo de  metales. 

Hasta el día 4 no volvió McCartney a Trident para completar la canción. Entre las 6 de la tarde y las 9 de la noche se hizo el encantador «overdub» de la sección de metales, con los músicos Dennis Walton, Ronald Chamberlain, Jim Chester, Rex Morrris, Harry Klein, Raymond Newman y David Smith. La partitura de George Martin brillaba a los mandos de estos veteranos de los estudios británicos.

El resto de la jornada la siguió en solitario, dedicándola a un nuevo tema, Martha My Dear, una despreocupada canción sobre su perra. Todos los instrumentos corrieron a su cargo, para su beneficio o desgracia. Cuando en plena madrugada le dio a su Honey Pie el toque final con la frase triunfal «Now she’s hit the big time!», seguramente habría preferido ser el oscuro pianista de una big band provincial antes que líder de facto de los Beatles. 

La melancolía de ese momento trasciende en el grano de la fotografía, que inmortalizó  a su manera, una sesión que se hizo eterna.








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