Cruce de caminos | Waiting for the Sun

“Me hacía la película mental de Jim cantando The Unknown Soldier a papá-almirante Morrison en la cubierta del USS Bon Homme Richard”



[Ricardo Portmán] @ecosdelvinilo

Estamos de acuerdo en que el tercer álbum de The Doors no es la mejor primera toma de contacto con la banda, pero hay primeras veces que no se eligen, sino que que te eligen a ti y a mi me tocó destapar la caja de los truenos cantando “Not to touch the earth, not to see the sun…”. 

La edición vinilo de Waiting For The Sun –prestada por un conocido en mi temprana adolescencia– daba gusto, empezando por el disfrute visual de su portada –una fotografía antológica, rara, con un Morrison fantasmal en aquel amanecer californiano-. La contraportada en rosa y la terrible tipografía me repelía entonces y hoy mucho más, pero se compensaba con la posibilidad de tener la letra completa de Celebration of the Lizard en el parte interna. Sin llegar a reproducirlo, el disco ya me iba ganando mi buena voluntad.

Hello I Love You me ponía de pie al instante, siguiendo la noble tradición del hit abridor. Este tema era de los últimos que la banda rescataba de su primera etapa, cuando James Douglas vivía en aquel tejado y se alumbraba con una lámpara de kerosene. Love Street corría el riesgo de empalagar sino fuera por esa letra tan gráfica, tan digna de Pamela –o por lo menos de ese ideal romántico, porque entre ellos la mala conducta era ley-; hoy me suena tan entrañable que cualquier posibilidad de cursilería está descartada de raíz.

Not To Touch The Earth era la pista que me volaba la cabeza –sigue haciéndolo– una brutal llamada al rito chamánico, a danzar alrededor del fuego y a sumergirse en las raíces del sonido –admito que lo de la fogata es culpa de Oliver Stone y Val Kilmer-. En ese tiempo no conocía en profundidad la historia de The Doors –yo, el profano ante los intríngulis de  Celebration of the Lizard– por lo que asumía erróneamente que la letra de Not To Touch The Earth estaba equivocada, porque solo consistía en un fragmento del poema completo –cosas de crío-. Cuando leí sobre lo que sucedió con la grabación de Waiting For The Sun hasta me alegré que no se incluyera Celebration of the Lizard, ya que siempre tuve preferencia por los temas sueltos en detrimento de las largas disertaciones –posteriormente se incluiría la pieza completa en el disco en vivo-.

Summer’s Almost Gone era otro de los temas rescatados de los inicios de Morrison como escritor de canciones y aunque mucha parte de la crítica despotricaría por su excesiva blandura, a mi siempre me ha seducido con sus aires tibios y esa tristeza ante la marcha del rey sol. Wintertime Love complementaba perfectamente a la anterior, como asumiendo la pérdida del calor y recibiendo con los brazos abiertos las bondades del invierno y de un romance al calor de la chimenea, a lomos del ritmo de vals y de los teclados isabelinos de Ray Manzarek. 

Tras la pausa amable llegaba la sacudida de realidad con The Unknown Soldier. Un tema marcial, con la cantidad justa de melodía y de teatro; el fusilamiento más célebre de la música pop de todos los tiempos. Para Jim tenía un significado especial por su historial familiar y admito que, cada vez que la escuchaba, me hacía la película mental de Jim cantando The Unknown Soldier a papá-almirante Morrison en la cubierta del USS Bon Homme Richard. 

Inicio de la cara B de Waiting For The Sun.

Spanish Caravan me tocaba la fibra por mi tierra –esto es lo más cerca que estarían The Doors de España-. Robby Krieger debía sentirse en sus aguas, ya que se había iniciado como guitarrista de flamenco –un vestigio de esto sería su técnica fingerpicking, tocara lo que tocara, con la Gibson SG-. Para mi este tema era un western, no tanto por lo que sonaba sino por la imágenes que me transmitía, clavándome en la imaginación a Eastwood, Van Cleef y Wallach avanzando por los campos dorados de Andalucía, camino de su plató en Almería. 

My Wild Love era el canto tribal, que unas veces me pillaba de buenas, moviéndome a las palmas comunales y otras directamente ni me interesaba –era el corte distinto, tan necesario en todo disco que se precie-. We Could Be So Good Together era el primer tema que de buenas a primeras me daba la sensación de relleno, de pegote, entendiendo lo que es un remiendo al nivel The Doors. 

Yes, The River Knows me cambiaba la cara, ya que sin ser uno de los grandes hits era una pequeña y oscura maravilla, especialmente por las hermosas figuras al piano de Manzarek. Particularmente con esta canción me nacía un sentido de pertenencia, cuando sientes que nadie más la escucha y valora aparte de ti –hoy me sigue emocionando a fuego lento-.

Five To One. Grandiosa, un puñetazo a la cara, el Rey Lagarto escupiendo calle y cocteles molotov; una llamado a la armas como solo podía hacerlo mi héroe, porque Morrison era quien me puso figuradamente la pluma en la diestra y la piedra en la siniestra. La coda final me dejaba exhausto, expectante, como debía hacerlo un clásico.
Posteriormente llegarían Strange Days, Morrison Hotel y todos los otros discos de The Doors y quizás Waiting For The Sun perdería lugares de privilegio, pero nunca –nunca– ningún Light My Fire le arrebatará el cartel de disco inaugural en mi ya larga historia personal con Morrison, Manzarek, Krieger y Densmore.



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