Cruce de caminos | John Lennon / Plastic Ono Band

“Unas campanas llamando al velorio, junto con el inevitable crepitar de huevos fritos”

[Ricardo Portmán] @ecosdelvinilo

De entrada pensaba que era una especie de disco pirata, porque el arte de portada -lo primero que uno ve- te golpea por lo rara, por lo parca. Era un niño cuando un compañero de colegio ‘pidió prestado el disco’ en su casa para vendérmelo por casi nada (así también llegaría a mi poder el Abbey Road, a través de otro amigo, pero esa es otra historia). Lo importante es que era un álbum de John Lennon, ya luego me encargaría de entenderlo y lo más importante: Que me gustara.

En un tiempo sin internet -eso era ciencia ficción- y de cortísimas mesadas, lo de comprarse libros sobre los artistas no era una opción, así como tampoco el acceder a informaciones veraces sobre las aventuras y desventuras de un beatle en solitario. Yo no tenía idea en que año fue publicado (no lo decía en los créditos) ni de que era el primer disco de John como artista individual; en fin, que yo llegaba sin ideas preconcebidas a esa primera reproducción. Una vez en casa, el Plastic Ono Band tomó protagonismo bajo la aguja. 

Unas campanas llamando al velorio, junto con el inevitable crepitar de huevos fritos –el vinilo dejaba mucho a la imaginación por la cantidad de cicatrices– abrían Mother, y yo, esperando un She Loves You o In My Life pegué el salto en parábola hasta el cielo raso: ¿Qué es este lamento? ¿Esto es Lennon? Los alaridos me pusieron en posición de choque, como si el avión de mis expectativas fuera a estamparse contra la roca caliza.

Hold On, con esa guitarra apagada y ronroneante, me tranquilizó –it’s gonna be alright– lo justo para animarme –You’re gonna win the fight–  a un tercer surco: I Found Out, con un riff lacerante e inestable -la Epiphone bramando desequilibrada, tal como John le pedía a Emerick durante las sesiones del 68’-, que hace pensar que el disco está mal grabado, pero ahí radicaba el encanto, en lo aleatorio de sus ondas. Plastic Ono Band, para mis 6 o 7 años, era la real declaración punk de mi beatle favorito. 

Con Working Class Hero empezó oficialmente mi amorío con este álbum tan arisco, llevándome a imaginar un Lennon con sombrero y pistola cantando desde un camino polvoriento -todo lo acústico me hacía pensar en western-. Curiosamente, de las pocas palabras en inglés que conocía a esa corta edad una era ‘fucking’ (figurarse mis ojos abiertos como platos porque John la cantaba). 

El primer paso en tierra conocida fue con Isolation (me sonaba muy beatle) que fue la primera canción que aprendí de memoria, melodía y letra -solo la fonética-. Al darle la vuelta al vinilo me recibía una Remember extraña, amenazante, que ni por asomo me sospechaba que había surgido de un apéndice instrumental (el piano repetitivo) que Lennon propuso para el hit single de George Harrison, Something. Tras la imaginaria explosión del 5 de septiembre, casi lograda por el malogrado Guy Fawkes, iniciaba la sutileza absoluta de Love, con Phil Spector al piano. Suave, muy suave, un descanso. 

Well Well Well rompía el encanto, no por que fuera mala -no lo es- pero me sacaba de la onda, con un nuevo ramalazo de distorsión fronterizo con la disonancia, donde John se forzaba y ponía a prueba la capacidad de los micrófonos de captar verdaderas cacofonías.  Continuaba Look At Me, que devolvía el mood a los mínimos con su espíritu a lo Julia (este tema no entraría en planes del White Album por su similitud con la oda de John a su madre). Esto era –sigue siéndolo– una montaña rusa.
Finalmente God, la letanía liberadora (Dream it’s over, what can I say) el cántico pseudo gospel con el reverendo Billy Preston al piano. Para John era la catarsis post fab four y para mi la invitación a regresar a Mother y darle más oportunidades a un disco que me seguía pareciendo insólito y extravagante. Curiosamente My Mummy’s Dead no estaba en el disco, un error de aquella edición. 

Tras la tercera o cuarta escucha completa, fui cambiando de parecer sobre POB. Cuando conocí la historia detrás de su gestación y grabación, y sobre todo las motivaciones de Lennon, entonces me convencí que hice bien en comprar aquel vinilo hecho polvo. Plastic Ono Band hoy -y desde hace años- es mi disco fetiche de John Lennon, incluso por encima del gran Imagine (el realismo y la sencillez ganan batallas aparentemente imposibles). 


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