Cruce de caminos | Diamond Dogs

“Bowie mordió y lo hizo a conciencia”

[Ricardo Portmán] @ecosdelvinilo

Qué portada tan rara, incluso inquietante”. La primera vez que tuve el Diamond Dogs en mis manos lo primero que me generó fue extrañeza (un teenager adherido al binomio archiconocido de Ziggy Stardust/Heroes). No conocía ninguno de los títulos, salvo Rebel Rebel, incluso me repelía un poco la portada –¡Bowie es un perro que no se avergüenza de sus partes nobles!-, incluso el clip promocional del álbum era áspero, con un Bowie cadavérico en plan paranoia química. Afortunadamente más pudo la curiosidad que la mojigata reticencia, porque me llevé ese disco a casa y la jauría terminaría por instalarse.

El tema que abre, Future Legend, puede desviarte si no tienes una fe inquebrantable en querer seguir la senda del disco. Todo se aclara al despuntar la canción titular, un clásico poderoso, perfecto, impresionante, casi minimalista especialmente en las guitarras, lo cual se explica al saber que Bowie se encargó en solitario de las rítmicas y los solos (lo siento Mr. Ronson, pero su lugar fue ocupado con solvencia). Reflexionando sobre esto último, seguramente las canciones se vieron favorecidas por no depender de la pirotecnia de un guitar hero; liberando a Mike Garson para que desarrollara al piano verdaderas maravillas cabareteras en gran parte del cancionero, David marcó el tanto ganador.

Continúa la reproducción. Sweet Thing y Candidate eran tan camp que causaba sonrojo a la primera escucha, pero luego le tomé sincero cariño, porque es una balada suntuosa con una segunda sección que es puro contraste. Si tras esto me endilgan ese pedazo de rock n’ roll que es Rebel Rebel entonces el enganche es absoluto. Así, con esta cara A -que es un petardo dentro de un puño cerrado- Diamond Dogs comenzó a ocupar un lugar en mi altar particular. 

La segunda cara del vinilo redondeaba la faena y reafirmaba la bandera plantada; quizás bajaba un tanto el nivel de la primera mitad (por lo menos para mis oídos de entonces, con poco kilometraje), pero igual Bowie podía ponerse a tocar las cucharas que la medalla no se la quitaba ni Dios. Hoy no puedo evitar emocionarme con 1984 o Rock ‘n’ Roll with Me. Este perro de diamante se llevó el hueso a casa, así como yo me llevé un disco clásico casi pidiendo perdón. 
Lo que le siguió a Diamond Dogs no supe valorarlo en su momento; Young Americans me choqueaba, era demasiado black soul y yo demasiado white rock (mea culpa) por lo que solo me interesó por la fugaz participación de John Lennon en dos temas -la polirrítmica Fame y el tibio cover Across The Universe- que ni siquiera me emocionaban. Hago constar para la bitácora que mi apreciación actual de Young Americans es inversamente proporcional a mi indiferencia de aquel tiempo pretérito.


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