Tony Iommi: Ignición

«Yo ya había le había prendido fuego antes a Bill»

[Ricardo Portmán] @ecosdelvinilo

Para los que creían que lo más cerca que había estado Tony Iommi de la pirotecnia y otras igniciones era a través de sus solos pues esta anécdota, contada por el propio guitarrista en su autobiografía titulada Iron Man: My Journey Through Heaven and Hell with Black Sabbath (De Capo Press), nos aclara mucho de sus ‘costumbres’ en el estudio de grabación y de como su compañero en Black Sabbath, Bill Ward, sufrió en sus carnes una travesura nada inocente.  





“Yo ya había le había prendido fuego antes a Bill, pero esta vez las cosas se salieron de control. Mientras rodaba a través del estudio, gritando, yo estaba matándome de la risa, pero cuando continuó gritando y se retorcía la terrible verdad se presentaba. ¡Mi baterista se estaba deshaciendo en llamas!

Todo empezó como una broma. Bill y yo habíamos hecho esto, cuando enciendo un mechero debajo de la barba y la cosa se quema en un segundo. Siempre ha sido legal para unas risas, entonces, cuando estábamos trabajando en el álbum “Heaven and Hell” en el Town House Studios el llegó y le dije:

‘Bill, ¿Te puedo poner en el fuego otra vez?

‘Ahora no, estoy ocupado’.

‘Ah. Ok’.

Y me olvidé por completo de eso. Unas dos horas más tarde Bill llegó cuando yo estaba haciendo algunas cosas en la guitarra y dijo: ‘Mira, yo voy a volver al hotel. ¿Todavía quieres poner fuego en mi o no?’.

Martin Birch, el productor, no lo podía creer. El dijo, ‘Oh, maldita sea’.

Como Bill parecía tan dispuesto a hacerlo, decidí crear una escasa producción y mojarlo con esa cosa que los técnicos utilizan para limpiar los cabezales de las grabadoras del estudio. Su ropa lo absorbió. Lo encendió y ardió como una bomba.

Cayó al suelo y seguí jugando con el limpiador de cabezales. Pensé que estaba bromeando, pero realmente se estaba quemando. Las llamas consumieron sus pantalones y se fundieron sus calcetines. El terminó con quemaduras de tercer grado en las piernas.

Birch se fue con él al hospital. Y entonces la madre de Bill me llamó: ‘Eres un maldito desgraciado’.

Lo que ella me dijo por teléfono prácticamente incineró mi oído. Finalmente dijo: ‘¡Tal vez tengan que amputar la pierna de Bill!’.

¡Dios mío, me sentí tan mal que no sabía que hacer. Pero él estaba bien, aunque con marcas de quemaduras en las piernas. No hace mucho la pregunté:
‘Bill, ¿todavía tienes las cicatrices?’.


‘Si. Todavía las tengo’.

Podría haberlo matado, que es demasiado para una broma inocente. Desde entonces no le he prendido más fuego a Bill.”



Texto extraído y traducido por Marcelo Melgaco




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