Crónicas de Anthés: Sangre, sudor y rock… en el video set.

«Una cápsula atemporal que contenía a estos seres sacados de la mejor imaginería cyber-punk-rocker, si es que eso existe…»



[Ricardo Anthés@ziggysiete

Las puertas de entrada de emergencias de La Clínica El Ávila en Altamira se abrieron abruptamente. Las personas que estaban ahí esperando a ser atendidas me imagino que habrán quedado totalmente sorprendidas al ver a este individuo entrar como alguien caído de una nave intergaláctica venida a menos. Maquillado en base blanca brazos y cara, con una malla de esas que se usan como ropa interior en invierno de la cintura para abajo que tenía guardada quien sabe de cuándo. Unas botas militares entre abiertas que le daban un toque de arlequín fundido al personaje y un chaleco plateado tipo cyber-rocker como detalle futurista-después-de-la-quemazón, y para colmo, los labios pintados de rojo y las uñas pintadas de color fucsia. Además con la cara totalmente bañada en sangre y dejando un rastro en el piso de gotas densas, rojo oscuro, en cada paso que daba mientras rápidamente pasaba a ser atendido.
De cómo llegue a esa escabrosa situación podría escribirse una larga historia, pero la verdad es que no vienen al caso… o sí. El hecho es que la noche anterior había estado compartiendo unos jugos y unas arepas en el Naturista en la Castellana con una buena amiga, una excelente cantante por cierto, hablando y conversando sobre temas existenciales varios. Si he de decir que la deje en su casa un poco tarde. De madrugada. Pero normal pues.  
Todavía tenía en esa época a ‘El fantasma’, un Mercury Zephyr modelo 1980 de color ocre, levemente destartalado, con el que recorrí Caracas de arriba abajo y de lado y lado muchísimas veces. En la maleta un colchón anaranjado de esos tipos futton.  Mi guitarra acústica-folk, fiel compañera que había bautizado Ofelia, y también en el asiento de atrás del carro una bolsa de basura de esas grandes y negras con algunas mudas de ropa. En esa época andaba errante, sin sitio fijo por la ciudad.
Llegué como una hora después a donde iba a pasar la noche. Andrés, muy de pana me había dicho que podía dormir un par de noches en donde el se estaba quedando por allá por unos edificios recién construidos un poco antes de llegar a Guarenas. Así después de una subida empinadísima y de mil y un curvas finalmente llegue. Por suerte Andrés estaba despierto. Comentamos un par de historias y al ratico caí rendido en el colchón en el balcón del apartamento. En unas 4 o 5 horas debía estar listo y como si nada para asistir a la grabación del video de la banda La Calle, de la cual era el cantante.  
Así pues, como estaba planeado llegue al prestigioso estudio de Bolívar Films en Los Palos Grandes a la hora prevista. Quizás con un leve trasnocho pero nada así como para que se pueda decir nada. Casi entrando en el mítico verano del año de 1996, sábado alrededor de las 9 de la mañana. Después de los saludos de rigor a mis compañeros de banda y una vez maquillados y con el vestuario en cuestión bajamos al set para comenzar la grabación. 
El set nos lo habíamos tripeado totalmente en fondo blanco. Un estudio como de diez metros de alto totalmente en blanco que contrastaba con los colores saturados de la ropa que teníamos. Una cápsula atemporal que contenía a estos seres sacados de la mejor imaginería cyber-punk-rocker, si es que eso existe. Pingüino con su guitarra negra con borde amarillo y esos lentes redondos violeta impenetrables y su chaqueta dorada. Miguel con una camisa morada que brillaba y resplandecía con cada baquetazo. Ángel con rojo, azul y plateado, y su bajo púrpura, además unos dreads o más bien crinejas, largas y delgadas, que le daban un toque ultraglam bien estrambótico. Todos maquillados en base blanca, cara, brazos, todo. Así completábamos el cuadro para comenzar la filmación. 
Los cuatro en una misma frecuencia en todo, desde el vestuario hasta la actitud. Cuando comenzó a sonar el tema ‘Parásito’ y el director Arturo Pereira dijo ‘acción’, aquello parecía una pintura intergaláctica saturada en blanco, rojo, dorado y púrpura, mezclada con poesía psicodélica en esteroides y punk rock con anfetaminas.  


Cabe decir que la idea del video era eso: nosotros tocando el tema y ya. La Calle en pleno pues. Sin más ni menos efectos ni historias. Había un buen grupo de amigos que estaban en la filmación que son los que aparecen en el video en la parte final. Panas de la banda y amigos personales George Luis y Jean de la Cándida Virgen, Zoltan de Juan Peyote, y más, David, Cynthia, Claudia, Alejandra, La Gata, y claro nuestra mánager Andreína. Todos ahí en ese inmenso estudio de Bolívar Films.

Pasadas las dos horas de tomas y demás ya el set se sentía encendido. El tema trae lo suyo y después de un buen tiempo le saca a uno lo que se esperaba. El ambiente a tope y cada uno dándose como es, con todo.
Creo que fue en el minuto 1:53. He visto el video muchas veces después de todo este tiempo y si hay una toma justo antes del momento en que rodé. Me estrellé estrepitosamente. Tropecé con el riel del dolly y caí directo al piso. Le clave la cara justo al riel. Tremendo coñazo. Un coñazote más bien, el que me había pegado. Insólito. Tendido ahí en el piso por unos segundos la verdad que sentí que más bien me había caído de una escalera de cuatro metros. No entendí nada. En seguida todo se paró. Largo y corto silencio. El director, los panas, Andreína, luminito, fotógrafos y técnicos, Pingüino, Ángel, Miguel. Yo mismo. Como estupefactos. Detenidos ipso facto… pero a conciencia, la verdad es que ya me lo venía buscando…
Lo que recuerdo segundos después es cuando me vieron a la cara. Totalmente ensangrentada. Con la misma inmediatamente me montaron en el carro y salimos directo a la clínica. Andreína estaba al volante. Voló. Por qué no recuerdo nada del trayecto. Ni cuando entre a la clínica, ni todas las cosas que pasaron, que se dijeron, que se pensaron.
Cuando recobré un poco la idea de que había pasado fue ya estando en la cama de la clínica después de la cirugía. Cirugía leve por cierto no vayan a creer que fue una gran vaina y tal. Todavía medio vestido, con el chaleco plateado y cubierto de maquillaje blanco, cara, brazos. El coñazote había sido en la ceja. 
Mientras abría los ojos sentí la gasa que tropezaba mi párpado del ojo izquierdo. Comencé a ver un poco. Increíblemente lo que ví frente a mí no lo reconocía muy bien. Eran estas tres figuras. Silentes pero bellas, luminosas, y como con flores. Como tres musas. El tiempo se tornó borroso, suspendido, etéreo. En eso una de ellas se me acerca. Lentamente. Para mí como una especie de Barbarella, pelirroja, y rockerísima, y con voz suave pero determinante me susurro al oído…Ricardo el show debe continuar… y repitió mi nombre… Ricardo. Su voz entro en mi oído como un fino hilillo de impulso, un sonido hermanado hecho con palabras, como cuando se escucha algo que viene del corazón. Fue en ese momento que regresé. Me di cuenta de donde estaba. Que había pasado. 
Caí en cuenta. El estudio parado, las horas corriendo, camarógrafos, técnicos, panas, todos esperando quien sabe por cuánto tiempo. En fin. Que mal.
Luego una luz fulminante en mis ojos. Claro, era el doctor revisándome a ver si estaba bien. El golpe fue justo en la ceja y hubo que tomarme unos cuantos puntos. A mi lado Andreína, justo a mi lado. Me dice que hay que seguir la filmación y que el director propuso terminar el video con un doble. Que alguien podía terminar el video por mí en solo tomas cerradas. – ¿Que qué? ¿Cómo? – le dije. -¡Chamo que te pares de ahí ya! – me respondió Andreína con su ímpetu característico. -Te vienes. Que te regresas ahora mismo y terminas tú el video-. Y si, era esa misma voz que hacia segundos me regreso. Andreína a quien la idea del doble no le gustó en lo absoluto. Ni a mí tampoco por supuesto. Comprensible la proposición por lo demás, pero que va.  No tuvo que repetírmelo porque ya estaba viendo en donde estaban las botas para ponérmelas de nuevo y salir de ahí.
 ¿Y la herida, y la gasa, la venda, la hinchazón? Bueno, Andreína saco no sé de donde unos lentes negros oscuros que me tapaban exactamente todo lo que no se debía ver. Me los probé. Servían. De ahí al carro. Casi sin darme cuenta y todavía medio atónito por los efectos de la anestesia ya estaba de nuevo en el set. Como en segundos. Increíble. 
Por aquí tengo todavía la cicatriz. Lo bueno es que el video quedo ahí para la historia. Luego lo llevaríamos a MTV Latino. Lo pasaron en Raíz Sónica unas cuantas veces. Aquí les dejo el link para que lo tripeen. Como se ve en la última parte, donde estamos junto a los panas tocando, aparezco en tomas muy rápidas y rasantes con los lentes negros oscuros cubriendo mi recién suturada ceja izquierda con siete puntos.

Copyright Ricardo Anthés.



Ricardo ‘Ziggy’ Anthés
Venezuela 
Vocalista, compositor | La Calle y solista.

souncloud.com/ricardo-anthes/si-estoy-vivo
@ziggysiete









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